¿Quién es el señor Klein?



Joseph Losey es un director que continúa sorprendiéndome gratamente con películas que me dejan pensando durante días y que ofrecen análisis profundos sobre la sociedad. Como ya he contado en el posteo anterior, Losey fue un cineasta norteamericano que se exilió en Europa como consecuencia de la caza de brujas macartista y anticomunista que predominaba en Hollywood durante fines de la década del cuarenta y la prácticamente la totalidad de la década del cincuenta. Es interesante mencionar este dato, ya que tanto en The Prowler (1951), como en The Servant (1963) y Mr. Klein, se perciben temáticas relacionadas a la persecución sistemática, la paranoia y la idea de un hombre versus un sistema o una sociedad. En The Prowler, el tema central es la crítica al mito del "sueño americano", en The Servant es la dinámica de poder y el concepto de identidad, y en Mr. Klein, también se explora el tema de la identidad, pero en un contexto ligado a la persecución nazi.

Estamos en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, Robert Klein (Alain Delon) es un hombre que vive cómodamente en su burbuja de lujos y placer, ganando dinero como comprador de obras de arte pertenecientes a judíos que se ven obligados a venderlas para poder exiliarse. De pronto, Klein es misteriosamente confundido con otro hombre que tiene su mismo nombre, pero es judío. A pesar de que Klein intenta desesperadamente aclarar y solucionar la situación, pareciera que con cada paso que da, la empeora. El protagonista se encuentra sistemáticamente acosado por ser alguien que, según él, no es, atrapado en espacios claustrofóbicos y rodeado de un feroz antisemitismo que antes lo hacía reír, pero ahora le provoca escalofríos.



¿Quién es realmente el señor Klein? La identidad es un concepto cambiante que al intentar ser definido puede provocar terribles confusiones. En este caso, se trata de una película sobre un período histórico específico, pero también se toma la libertad de ir más allá y profundizar en interrogantes relacionadas a lo vulnerables y modificables que pueden ser nuestras identidades, enmarcadas por determinados contextos o situaciones. Nuestras identidades se ven afectadas constantemente por leyes arbitrarias, prejuicios arraigados en las raíces de las sociedades, y la indiferencia colectiva con respecto al prójimo. Esta película aborda dichos temas, con ingenio y toques de surrealismo reminiscentes a Polanski (particularmente The Tenant, estrenada el mismo año), utilizando como contexto la colaboración y la actitud pasiva de ciertos países durante la ocupación Nazi en Europa, exponiendo los roles problemáticos que cumplieron dentro del exterminio sistemático de judíos.

Una de las peores sensaciones que un individuo puede sentir es la de ser acusado de cometer un acto determinado cuando está convencido de su propia inocencia, de que aquello por lo que lo denuncian le es completamente ajeno. Pero, ¿qué significa ser inocente? ¿Qué significa formar parte del sector "normal" de una sociedad, encajar y no diferenciarse de la gran mayoría? Robert Klein, en sus esfuerzos por mostrarse como un ciudadano normal y complaciente, uno más del montón, cree estar absolutamente convencido de que es inocente y, en este caso, de que no es judío. En un principio, no existe duda alguna en su mente de que él no es "el otro", no pertenece a "esos otros" marginados.



La primera confusión acerca de la verdadera identidad de Klein desencadena una serie de confrontaciones interminables entre él y un supuesto doble que lo atormenta y busca condenarlo a que sufra ocupando su lugar. Pero está no es la típica película en la que un héroe es chantajeado o manipulado hasta atrapar al criminal, sino que durante la búsqueda de este elusivo impostor, Klein se va dando cuenta lentamente de lo indefinible y amorfa que es su propia identidad, y de que esa burbuja de comodidad y lujos que habitaba ya no le pertenece, ya nada de lo que él creía estar seguro tiene valor. Llega un punto en el cual ya no sabe cómo defenderse ante las acusaciones porque ni siquiera él tiene la certeza de que es real y que no.

Cuando decide investigar su pasado para descubrir cuáles son los orígenes de su familia, su padre le asegura: "¡Hemos sido franceses y católicos desde Luis XIV!", insinuando que existe la pequeña posibilidad de que anteriormente haya circulado sangre "impura" dentro de su árbol genealógico. Así que durante su búsqueda, Klein se ve forzado a cuestionar su propia historia, mientras los nervios le carcomen el cerebro al pensar en que las autoridades están persiguiendo a los judíos y sospechan que él es uno de ellos.

En esta película, Losey utiliza los relojes del mismo modo que emplea los espejos en The Servant. Los espejos simbolizan la distorsión y la transformación de la realidad de Tony (James Fox) a medida que Barrett (Dirk Bogarde) toma el control. En este caso, los relojes son un símbolo de que se le está acabando el tiempo a Klein y que realmente está siendo perseguido, aunque él siga creyendo en su presunta inocencia. Como mencioné antes, la película tiene un toque surrealista que, por momentos, da la impresión de que todo es una horrenda pesadilla de la que el protagonista no puede despertar. 



1942 fue un año significativo en cuanto a la colaboración del gobierno francés con el régimen Nazi. Como lo explica Renée Poznanski en su libro "Judíos en Francia durante la Segunda Guerra Mundial", a principios de dicho año circulaban rumores de que la policía francesa había entregado expedientes de alrededor de 30, 000 judíos a los Nazis, preparando arrestos y deportaciones. Eventualmente, estos miedos se hicieron realidad en la infame Vel d’Hiv Roundup, una redada que duró dos días (16 y 17 de julio de 1942), durante la cual fueron arrestados y detenidos temporalmente 13, 152 judíos, que más adelante serían trasladados en tren a Auschwitz (1).

A pesar de que al comienzo de la película se asegura que "Mr. Klein es un personaje ficticio, una mezcla de las experiencias de diversos individuos", la situación del protagonista evoca el recuerdo de Marius Klein, un comerciante que fue entrevistado en el documental The Sorrow and the Pity. En 1942, Marius Klein y sus hermanos fueron erróneamente acusados de ser judíos a causa de la ambigüedad demográfica de su apellido, el cual intentó limpiar hasta el cansancio a costa de los que realmente estaban siendo cazados y exterminados (2).

Mientras Robert Klein se esfuerza por probar su inocencia, no está dispuesto a admitir, tanto a sí mismo como a los demás, que cumple un rol dentro de la persecución a los judíos. "¡Esto no tiene nada que ver conmigo!", exclama furiosamente Klein cuando la policía confisca sus piezas de arte tras no poder establecer su verdadera identidad. Sabiendo como obtuvo originalmente dichas obras de arte, sus palabras de negación poseen una amarga ironía.


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Desde el comienzo de la película, el concepto de identidad personal ocupa el primer plano, analizando como la identidad de cada ser humano se veía definida en términos de etnia y raza en un momento específico de la historia. Esto se puede observar con perfecta claridad en la primera escena, donde un médico examina a una mujer como si fuera un animal en un laboratorio, analizándola para determinar si, según sus características físicas, es judía o no. Esta escena le permite a Losey ilustrar el poder que aquellos que poseen la autoridad ejercen sobre los cuerpos y las identidades de otros. La despersonalización y deshumanización eran elementos claves, primero, de la propaganda Nazi y, luego, de la puesta en práctica de de la "solución final" (3). A lo largo de la película, el director combina tomas de espacios confinados con inquietantes escenas claustrofóbicas que enfatizan la pérdida del espacio personal y el clima opresivo de persecución en la Francia de Vichy. Para transmitir dicho clima también se utilizan colores apagados y monótonos (tonos amarillentos oscuros, azul oscuro, marrones, grises).

Losey muestra como la libertad y los derechos del ser humano pueden ser gradualmente erosionados cuando un determinado grupo de individuos es considerado inferior. Robert Klein siempre mantuvo una actitud defensiva ante las acusaciones sobre sus orígenes, con tanta convicción que durante el terrorífico final mantiene la misma posición ante los hechos: aquello le es ajeno y todo es el resultado de una confusión, él no comparte nada en común con "esos otros"; la situación se solucionará y el "volverá". Perdido en un vacío de obsesión, paranoia y negación enfermiza, Klein ya no es más quien creía ser, ahora es una figura anónima y marginal sin identidad a la cual aferrarse, con la imagen de su cuerpo ahogándose entre la multitud.





Monsieur Klein (1976) · Joseph Losey


CRÉDITOS DE LAS IMÁGENES:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12

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