Rocco y sus hermanos: Inocencia perdida



Rocco y sus Hermanos (Rocco and his Brothers o Rocco e i suoi Fratelli) es una película dirigida por el cineasta italiano Luchino Visconti, y forma parte del género conocido como neorealismo italiano, un movimiento que se generó como reacción a la posguerra durante la primera mitad del siglo XX. Los directores buscaban mostrar a la sociedad de un modo más auténtico, sin el glamour y la ostentación generalmente asociados con el cine de la época, y en algunos casos hasta utilizaban como actores a personas que nunca habían actuado en su vida, o que al menos no lo habían hecho profesionalmente. Visconti fue un artista que osciló numerosas veces entre este enfoque realista (Ossessione y La terra trema) y una visión mucho más extravagante y teatral (Senso y The Leopard). En Rocco y sus Hermanos, Visconti logra encontrar un balance perfecto entre el neorealismo y ese melodrama que tanto adoraba.

La película relata la historia de la familia Parondi, provenientes de una zona rural al sur de Italia, que viajan y se instalan en la ciudad de Milán, en busca de trabajo y prosperidad. El contraste entre la familia y la gran ciudad es evidente desde el principio, cuando se encuentran con un ambiente mucho más hostil del que esperaban, aunque conservan sus esperanzas y expectativas. Rosaria (Katina Paxinou) y sus hijos son personas trabajadoras, honestas y puras que, eventualmente, terminan siendo destrozadas por la metrópolis, que corrompe a algunos de ellos y crea rivalidades entre los hermanos, amenazando con destruir al unido clan fraternal.

A primera vista, podría parecer que el detonante de todos los problemas que surgen dentro de la familia es Nadia (Angie Girardot), una prostituta que representa la decadencia y las tentaciones de la ciudad. Pero, en realidad, a lo largo de la película es más que obvio que ella también es una pobre víctima de ese mismo ambiente y está tan perdida como los hermanos.



Rocco (Alain Delon), a diferencia de su hermano Simone (Renato Salvatori), nunca se ve seducido por Milán ni sus peligrosos vicios, pero su deseo de preservar a su familia, mantenerlos a salvo y dar todo por ellos termina arruinando su propia vida. Rocco es bondadoso y misericordioso, pero no tiene un límite, no sabe cuando dejar de sacrificarse por el bienestar de los demás, especialmente de Simone, quien ya se encuentra lejos de cualquier tipo de redención, arruinado por su adicción al dinero y al alcohol.

Disfruté mucho poder verlo a Alain Delon interpretando a un personaje tan sensible y benévolo, ya que estoy acostumbrada a verlo en el rol de criminales fríos y sin corazón. Pero si hay algo que, no sólo Rocco, sino la película en sí posee es corazón. Todos los personajes están llenos de vida y cada escena vibra de pasión y emociones. Rocco expresa constantemente su tristeza por haberse marchado de Lucania, su tierra de origen, donde las cosas no eran perfectas, pero estaban unidos y se tenían el uno a otro. La modernidad y el entusiasmo de la ciudad, que en un principio atrajeron a la familia, terminan siendo un fuerte recordatorio de la inocencia y la sencillez que dejaron atrás.

Visconti explora la condición humana y la fragilidad de sus valores morales con una enorme intensidad, sobre todo en el caso de Simone, quien llega a extremos impensados, hasta convertirse en un criminal. Nadie hubiera creído que ese muchacho de sonrisa dulce, tan impresionado con las luces de la ciudad, acabaría con un destino tan lúgubre.



Nadia, explosiva y encantadora cuando la conocemos, con el paso del tiempo se va convirtiendo en un fantasma que vaga por las calles de Milán en busca de amor y compasión, los cuales cree encontrar en Rocco, pero él no está dispuesto a provocarle semejante disgusto a Simone, quien está obsesionado con ella. Nadia no tiene razones para vivir, pero de todos modos, como grita durante el sombrío final, ella quiere seguir viviendo. Es esa pasión y ese deseo de encontrar la felicidad lo que la mantiene viva hasta su último grito. Y creo que es eso mismo lo que alienta a la familia Parondi a seguir viviendo y a seguir intentándolo, a pesar de todo el dolor, esa esperanza que iluminaba sus rostros cuando llegaron a la ciudad nunca los abandono completamente.

Entre toda la tragedia, hay un rayo de luz, representado por el hermano más pequeño, Luca (Rocco Vidolazzi), durante la última escena. Luca ha sido testigo del comportamiento de cada uno de sus hermanos, y toma la decisión de que, en el futuro, volverá a Lucania, buscando esa vida que habían abandonado, con la ilusión de encontrarse con un mundo mejor, lejos de Milán, ese paraíso prometido que resultó ser un infierno. El recuerdo de ese pueblito en el sur se ha convertido en un sueño, lejos de la realidad que los llevó a abandonarlo en un primer lugar.

“Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera.”
Martin Fierro, de José Hernández







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