El show debe continuar

Cuando uno es un obsesionado total no sólo con el cine, sino también con la música, ¿qué puede ser mejor que cuando ambos medios se combinan para crear algo hermoso y emocionante? A continuación, una lista de los mejores documentales de música -algunos orientados alrededor de conciertos y otros con un tinte más biográfico- que vi durante el 2018.

Stop Making Sense (1984), dir. Jonathan Demme

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Con la fama de ser una de las mejores películas de concierto, esta obra maestra es el fruto de la colaboración entre Jonathan Demme, más adelante premiado por dirigir El Silencio de los Inocentes y Filadelfia, y la banda Talking Heads, una de las más creativas de la historia de la música, liderada por el iconoclasta David Byrne.

Al comienzo, Byrne está solo en el escenario, acompañado por una guitarra acústica y poco más, luciendo incómodo y tenso. Pero, como si fuera por arte de magia, a medida que pasa de canción en canción, se va soltando hasta bailar frenéticamente como si no hubiera un mañana, acompañado por casi una decena de músicos, entre ellos Bernie Worrell de Parliament-Funkadelic. El documental se llama Stop Making Sense, algo así como dejar de darle sentido a las cosas, y eso es exactamente lo que logra: que durante una hora y media dejemos a un lado la lógica, las preocupaciones y que, sin estar constantemente analizando, podamos disfrutar genuinamente del espectáculo que los artistas nos ofrecen, repleto de detalles ridículos y alocados, como bailes con lámparas, trajes gigantes y los toques paranoicos típicos de la banda. A lo largo de la película, lo vemos a Byrne transformarse en un asesino serial, en un profeta evangelista y un hombre común y corriente atrapado en las pesadillas burocráticas de Kafka.

Talking Heads fue una de las bandas que surgieron junto con la ola del punk neoyorquino a fines de los setenta, aunque siempre sonaron extremadamente diferentes a contemporáneos como, por ejemplo, los Ramones. Los integrantes de Talking Heads nunca encajaron dentro movimiento punk tradicional; en primer lugar, sí sabían tocar sus instrumentos y tenían técnica. No formaban parte de ese grupo de músicos que vivían bajo el lema de "viví rápido, morí joven" o que creaban arte desde un punto de vista nihilista. Lo único que compartían con el punk era su energía y su efervescencia, pero su música era más bien una especie de pop experimental y descompuesto, con letras que hablaban sobre fobias, neurosis, la tecnología y las presiones del mundo moderno.

Si ya son seguidores de Talking Heads, amarán con locura Stop Making Sense, filmado durante, en mi opinión, el momento cumbre de la banda, en el que combinan clásicos más peculiares con temas más nuevos y comerciales. Si no están familiarizados con la banda, denle una oportunidad de todos modos, en especial si les gusta la música en vivo, la puesta en escena de los conciertos y la originalidad que va más allá del molde.


Depeche Mode: 101 (1989), dir. D.A. Pennebaker, Chris Hegedus y David Dawkins

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https://www.idfa.nl/en/film/62fa3831-15cc-4000-9f05-d6ebbc00d46c/depeche-mode-101

https://noisey.vice.com/en_uk/article/59d5xb/this-80s-depeche-mode-doc-starring-teen-fans-was-the-first-true-reality-show

El director D. A. Pennebaker es considerado uno de los pioneros del documental, específicamente el género llamado cine directo, caracterizado por el deseo de capturar y representar la realidad de la manera más genuina posible, sin interferir. Su salto a la fama se dio con el documental Don't Look Back, en el que siguió a Bob Dylan durante una gira en Inglaterra en 1965. En 1988, la banda inglesa Depeche Mode estaba a punto de realizar un tour por Estados Unidos, y decidieron que querían hacer un documental al respecto. Eventualmente se lo propusieron a Pennebaker, justamente porque querían que la película se viera sutil y natural, no como una mega producción demasiado estetizada; el realismo de Pennebaker era exactamente lo que buscaban.

La genialidad de 101 es que no se enfoca únicamente en los miembros de la banda ni en los conciertos, sino también en un grupo específico de fans que acompañaron a Depeche Mode durante un tramo de la gira hasta su culminación en Pasadena, California. Como lo explica este artículo, el protagonismo que adquiere el grupo de fans, ganadores de un concurso organizado por la banda, es visto como un antecedente y hasta una inspiración para la futura movida de los reality shows en canales como MTV a principios de los noventa. Sin embargo, a diferencia de una gran parte de dichos programas televisivos, los chicos que acompañan a la banda en 101 son simpáticos, frescos y auténticos, apasionados por la música, la moda y Depeche Mode.

Depeche Mode, por su parte, estaba pasando por un momento increíble, dos años antes del lanzamiento de Violator, su álbum más exitoso y, para mí, el mejor de su carrera, que los terminaría de consagrar como una de las bandas más populares de la época. Las canciones compuestas por Martin Gore suenan perfectas, inclusive con más alma que en las versiones de estudio, cantadas con arrebato y total seguridad por Dave Gahan, sin duda uno de los líderes musicales más carismáticos de los últimos treinta años.

Mirar 101 es como teletransportarse al pasado, ya que sí es cierto que es un producto de su época, sumamente ochentoso, pero eso no le quita nada de lo entretenido, sobre todo porque la música sigue sonando espectacular y generando las mismas ganas de cantar y bailar como si estuvieras ahí.


No Distance Left to Run (2010), dir. Will Lovelace y Dylan Southern

https://www.binaural.es/documental/el-documental-no-distance-left-to-run-de-blur-con-subtitulos-en-espanol/

https://www.promonews.tv/videos/2010/02/18/blurs-no-distance-left-run-thirtytwo-and-live-hyde-park-giorgio-testi/4419



En No Distance Left to Run, los integrantes de Blur nos guían en un recorrido por la historia de la banda, pasando por su período de mayor éxito a mediados de los noventa y por su disolución tras años de amistad. La ocasión especial que los une es la reunión de la banda después de casi una década de haberse separado, y una gira de recitales a lo largo de Inglaterra, culminando en en un enorme concierto en el festival de Glastonbury. Los fragmentos de relatos biográficos sobre el pasado se intercalan con imágenes del presente, incluyendo las de los recitales.

El título del documental proviene de una canción de Blur que, a diferencia de otras más superficiales como Country House, es de las más vulnerables que el cantante Damon Albarn haya compuesto, luego de haber terminado una relación bastante larga. No creo que la elección del título haya sido una coincidencia, ya que el documental también es emotivo y muestra a la banda de una manera muy íntima, hablando sobre el amor y la admiración que se tienen entre ellos, sobre depresión, adicciones. La reacción que tienen ante el cariño de sus fans al cantar Tender en Glastonbury es probablemente el momento más conmovedor.

Si bien el formato de la película no es tan original como en el caso de Stop Making Sense o 101 y no aporta nada nuevo en ese sentido, lo que sí tiene es corazón. La historia de Blur no es increíblemente dramática ni deifica a sus miembros con relatos asombrosos, es, en cambio, la historia de cuatro chicos veinteañeros que se juntaron a crear música y que veinte años después se reencuentran para hacer exactamente lo mismo. Pienso que es esta universalidad la que hace que uno pueda identificarse con ciertos aspectos o lograr conectar de algún modo.

Podría decirse que, en el fondo, No Distance Left to Run se trata sobre cuatro hombres cuarentones que, después de años de experiencia y madurez, aprenden a expresar sus sentimientos entre sí, a comunicarse y hacer a un lado sus egos más allá de sus inseguridades.


Filmage: The Story of Descendents/All (2013), dir. Matt Riggle y Deedle Lacour

https://variety.com/2014/film/reviews/film-review-filmage-the-story-of-descendentsall-1201314234/

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https://blog.ticketweb.co.uk/music/why-i-love-the-descendents-6103

https://www.rollingstone.com/music/music-album-reviews/review-descendents%e2%80%a8-more-like-mom-and-dad-on-hypercaffium-spazzinate-252006/

Nuevamente, se trata de un documental que no llama la atención por su estructura o aspectos técnicos, sino por sus queribles protagonistas. Descendents es una banda que se formó a fines de los setenta en California, al mismo tiempo que otras bandas punk de la zona, como Dead Kennedys y Black Flag (de la cual Bill Stevenson, baterista de Descendents, formó parte). Sin embargo, la diferencia principal entre aquellas bandas y la de Stevenson era que, en lugar de cantar sobre política, capitalismo y desigualdad, ellos cantaban sobre amor, desamor, relaciones complicadas con sus padres, comida y demás temas de la vida cotidiana con los que todos pueden identificarse.

Antes de ver Filmage, sabía poco y nada sobre Descendents, pero de todos modos disfruté enormemente conocer su historia y los momentos difíciles que atravesaron, tanto en términos artísticos como de salud. Bill Stevenson es el tipo de persona que desde un comienzo te genera intriga y hace que quieras escuchar lo que tiene para contar. Como cuentan varios artistas en el documental, una de las razones por las cuales se sintieron atraídos por la banda durante su adolescencia era el hecho de que se veían igual que ellos, a diferencia de los líderes súper machos e intimidantes de otras bandas punk o de los cantantes de tapa de revista con cabello perfecto. Y eso es justamente lo que ocurre al ver Filmage, uno siente que está charlando con personas que podrían ser tus amigos, o inclusive en quienes uno puede verse reflejado.

Gran parte del documental se centra en All, banda que Stevenson creó luego de que Milo Auckerman, el cantante y cara de Descendents renunciara para enfocarse en su carrera universitaria de bioquímica. Cuando pasaron a llamarse All, la banda perdió viejos fans y tuvo un camino extremadamente dificultoso para poder ganarse la vida y difundir su música, casi al punto de vivir en la calle; pero Stevenson y sus compañeros siempre continuaron, porque lo más importante, más allá de todo, era componer y tocar lo que ellos querían, sin perder su esencia.

El documental también profundiza sobre los problemas de salud terroríficos que sufrió Stevenson y cómo los superó, y sobre la reunión de Descendents, junto con Auckerman. En fin, es una película con un mensaje optimista y con un grupo de protagonistas genuinamente afables, que terminaron convirtiéndose en los pioneros de lo que se conoce como pop punk.


The Devil and Daniel Johnston (2005), dir. Jeff Feuerzeig


https://agoodmovietowatch.com/the-devil-and-daniel-johnston-2005/



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Acá estoy haciendo un poco de trampa, porque este documental lo vi por primera vez hace cuatro años y una segunda hace dos, no durante el 2018. Pero siempre aprovecho cada oportunidad que se me presenta para difundir y escribir sobre The Devil and Daniel Johnston, porque adoro hacerlo y lo considero una joya absoluta, definitivamente en mi top diez de documentales, no solo de música sino de todo tipo.

Daniel Johnston es una mezcla peculiar de cantante, compositor y dibujante, un artista, que a lo largo de las décadas ha ido acumulando una fiel base de fans. Su historia está atravesada por un fuerte trastorno bipolar que lo viene acompañando desde su juventud y que ha tenido efectos sobre su percepción de la realidad, sus relaciones y su arte. Uno de los aspectos más fascinantes de la película es que está compuesta en gran parte por grabaciones y filmaciones que el propio Johnston fue documentando a lo largo de su vida, desde su adolescencia hasta el presente, lo cual nos permite ver su lado más íntimo y real, sin premeditaciones ni la interferencia por parte de otros. También cuenta con entrevistas a su familia, amigos, fans y artistas que tienen una cosa en común: su amor por Daniel.

Las representaciones de personas con trastornos mentales en el cine, y en los medios en general, suelen ser insensibles, ofensivas y erróneas, intentando explotar el lado más "escandaloso" o "polémico". En cambio, el trabajo del director Jeff Feuerzeig y sus colaboradores es todo menos eso, es un retrato hecho con cariño, admiración y empatía, que busca desentrañar la historia de Johnston para acercarse lo más posible a su identidad y a lo que lo llevó a ser quien es, con sus fantasmas y demonios incluidos. No hay lugar para los prejuicios, son dos horas de pura emoción que hacen que nos despojemos de nuestras nociones preconcebidas, reflexionemos y nos conmovamos.

Un detalle más que me gustaría remarcar es que The Devil and Daniel Johnston es estéticamente hermoso, combinando los dibujos del artista, algunos coloridos y otros sombríos, con técnicas de filmación creativas, montajes con las canciones de Johnston, videos viejos, recreaciones de escenas y más. El documental no llega a una conclusión hollywoodense gloriosa en la que todo se resuelve, sino que nos presenta con la única realidad: Johnston seguirá conviviendo con su enfermedad hasta el último de sus días. Eso sí, acompañado de su arte, su familia, amigos y admiradores.


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