El cine durante el mes de julio

Una lista desordenada de las mejores películas que vi durante el mes de julio, cada una acompañada por una breve crítica según mi humilde opinión. 


Raw (2016), dirigida por Julia Ducournau

Justine (Garance Marillier) es una adolescente superdotada que, continuando la tradición familiar, comienza la carrera universitaria de veterinaria. Cuando llega al campus, se encuentra con un mundo nuevo, sometida a los "rituales de iniciación" por parte de los alumnos mayores, quienes la obligan a comer carne cruda de conejo a pesar de su vegetarianismo. A partir de aquel incidente, Justine empieza a sentir cierta afinidad por la carne cruda, tanto animal como humana, y también atraviesa una especie de despertar sexual, cuestionando su identidad y la naturaleza de sus deseos.

A pesar de que Raw fue criticada por mostrar escenas abundantes en sangre, esta película no tiene más violencia que una del sobrevalorado Tarantino ni de Scorsese, un director que adoro por completo, pero que suele bañar sus películas en sangre sin recibir demasiadas críticas. Lo que muchos no mencionan, es que la directora francesa Julia Ducournau no sólo muestra sangre, sino que muestra sudor, vello corporal, escoriaciones en la piel, cabello sucio, pus...en fin, muestra el cuerpo humano en un estado natural que no es común ver en el cine, sobre todo en una mujer. En una entrevista con GQ, Ducournau se queja de que el cuerpo femenino suele mostrarse sexualizado o glamorizado, de un modo en el que la mayoría de las mujeres no nos sentimos identificadas. En numerosas ocasiones, la mujer en el cine se ve explotada o increíblemente hermosa a través de la mirada masculina. Justine no necesita ser una protagonista heroica y pristinamente bella, desafiando el estereotipo de las películas, especialmente dentro del género de terror.

Otro aspecto a tener en cuenta es que Justine no utiliza su canibalismo ni sus impulsos violentos para vengarse de alguien o rebelarse, simplemente es una necesidad que le surge, un deseo con el cual quiere experimentar. Se está adaptando a un ambiente nuevo y está atravesando el momento más pleno de su adolescencia, por lo tanto, se podría decir que Raw observa como la joven reacciona ante todos los cambios por los que su mente y su cuerpo están pasando. Debo admitir que no me gustó el final y es lo único que arruinó un poco la película desde mi punto de vista, pero de todos modos, la disfruté mucho, me pareció original y, de acuerdo a los párrafos anteriores, posee cualidades admirables.




Rosetta (1999), dirigida por Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne

Rosetta (Émilie Dequenne) es una chica de diecisiete años que vive hundida en la pobreza en un precario parque de casas rodantes con su madre, una alcohólica permanentemente desempleada. Cuando comienza la película, Rosetta es despedida de su trabajo sin razón aparente, por lo que debe buscar otro con urgencia.

Rosetta es un personaje que genera empatía, pero los hermanos Dardenne se aseguran de que sea totalmente humana, o en otras palabras, imperfecta, egoísta, orgullosa y desesperada. A pesar de su corta edad, podemos percibir que, a lo largo de los años, ha aprendido a cuidarse por su cuenta, rechazando cualquier tipo de ayuda o caridad, mientras siente que el mundo entero la mira despectivamente desde arriba. Lo único que ella desea es tener una vida normal, ser normal y encajar con el resto de la sociedad, intentando convencerse a sí misma de que todo saldrá bien y no quedará flotando a la deriva. Su desesperación y falta de apoyo provocan en ella ataques de ira cada vez que se siente injustamente perjudicada, alzando la voz y revoleando los puños ante aquellos que la pisotean. A lo largo de su búsqueda interminable por las calles de la ciudad, en lugar de encontrar un sentido de pertenencia, se encuentra cara a cara con un mundo en el que cada hombre se ocupa de sus asuntos y es ciego ante las necesidades de los demás, desde algo material como el dinero al amor.

Como es común en el cine de los Dardenne, el final es abierto y ambiguo, más cerca de un suceso que continuará que de un momento culminante. Por ende, el espectador cuenta con la libertad de imaginar que ocurrirá después de que la pantalla se pone negra. ¿Rosetta decidirá que ya no quiere formar parte de una sociedad que le enseña a traicionar a sus amigos para avanzar y que constantemente la tira abajo? ¿O aceptará que la vida sigue a pesar de que nunca será como su corazón la imagina? Siendo la pesimista que soy, me inclino por la primera opción, pero la belleza de la película es que cada uno puede verla con una mirada distinta.




The Elephant Man (1980), dirigida por David Lynch

En la Inglaterra victoriana, un prestigioso cirujano llamado Frederick Treves (Anthony Hopkins) cruza caminos con John Merrick (John Hurt), un hombre que durante los primeros años de su infancia desarrollo graves deformidades en todo su cuerpo. Treves le ofrece a John quedarse a vivir en un hospital bajo su cuidado y el de las enfermeras, lejos de los circos que lo explotaban bajo el apodo de "hombre elefante",  exhibiéndolo como si fuera un mutante terrorífico. A lo largo de su estadía, aquellos que lo rodean logran ver más allá de su apariencia, descubriendo que en su interior existía un hombre sensible, amable y amante de la literatura.

A pesar de que, a grandes rasgos, The Elephant Man no parece encajar mucho con el resto de la filmografía de David Lynch, si uno está familiarizado con su obra, se pueden apreciar ciertos aspectos y temas que el director continuaría explorando a lo largo de su carrera. Por un lado, el diseño de sonido de la película es pura magia lynchiana y, visualmente, el cinematógrafo Freddie Francis mezcla la belleza con lo perturbador en una Londres sumergida en plena revolución industrial. Una de las características de Lynch es enfocarse en los secretos perversos que se esconden en una sociedad aparentemente idílica, pero en este caso es al revés, mostrando una sociedad aparentemente hostil en la que desentierra un poco de esperanza y bondad.

The Elephant Man está basada en la historia real de Joseph Merrick, y toma como centro la humanidad de Merrick y el modo en el que logra encontrar cierta dignidad en un mundo que le fue tan cruel, con el apoyo de individuos que se interesan en él sin motivos maliciosos. La película nunca recurre al sentimentalismo artificial ni al melodrama y, aunque mencioné que es esperanzadora, se siente el sabor agridulce de saber que Merrick nunca logró disfrutar genuinamente de los placeres y la salud de un hombre normal. Mi única critica es que tanto la primera como la última escena no encajan del todo con el resto de la película, ya que se nota que Lynch aún no tenía del todo desarrollado como implementar las temáticas de los sueños y el subconsciente en sus historias.




Selma (2014), dirigida por Ava DuVernay

Durante la década del sesenta, Selma, Alabama era uno de los lugares con mayor tensión y violencia racial de los Estados Unidos, donde los ciudadanos negros continuaban sufriendo los horrores de la segregación. La película toma como punto central la marcha organizada por Martin Luther King (David Oyelowo) junto a los habitantes de Selma y aquellos que quisieran unirse para reclamar sus derechos. Dicho suceso, llevado a cabo con absoluta determinación y coraje ante la tragedia, terminó presionando al presidente Lyndon B. Johnson a aprobar una ley para eliminar las restricciones que existían a la hora de votar.

Esta obra maestra de Ava DuVernay me afectó de una manera inmensa y ni siquiera se que palabras utilizar para describir todo lo que me hizo sentir. Durante cada segundo de la película tuve un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos, y a pesar de que ya transcurrió casi un mes desde que la vi, todavía me conmuevo al recordar determinadas escenas, o más bien, casi todas. Fue una experiencia increíble tener la oportunidad de ver Selma y me arrepiento tremendamente de no haberla visto en el cine.

Originalmente, el guión se enfocaba más en las discusiones entre Martin Luther King y Lyndon B. Johnson, y le dedicaba mucho más tiempo al presidente. Pero, afortunadamente, DuVernay decidió descartar esa idea y, en cambio, convertir en protagonistas a los habitantes de Selma y enfocarse en la relación entre ellos y King. Eso es exactamente lo que logra conmover tanto, porque no se trata sobre figuras míticas e inalcanzables, se trata sobre seres humanos y gente común que tuvieron la valentía de salir a la calle, gritar sus nombres y luchar, no por lo que merecían, sino por lo que les corresponde de modo inherente.

Cuando Martin Luther King dijo, en 1965, "nuestras vidas empiezan a terminar el día que nos mantenemos en silencio sobre aquello que importa", se refería a todos, a cada uno de nosotros. A pesar de las tragedias que ocurrieron y continúan ocurriendo, no existe nada más triste que quedarse callado y volverse cómplice de los violentos, de los explotadores, los racistas y los que usan su poder para ejercer el mal. No existen elogios suficientes para recomendar semejante película.




The Servant (1963), dirigida por Joseph Losey

Tony (James Fox) es un joven que vive de su herencia aristocrática y, tras mudarse a una nueva casa, decide contratar a un mayordomo, un hombre que se encargue de cocinar y limpiar, amoldándose a sus necesidades. Hugo Barrett (Dirk Bogarde) es contratado y, a medida que pasan los días, no sólo se encarga de la cocina, sino que también decora la casa, asiste a su empleador hasta en las cosas más insignificantes y se gana su confianza. Pero Susan (Wendy Craig), la novia de Tony, detesta a Barrett desde el momento en el que se conocen, quejándose de que "siempre está ahí", detrás de cada puerta, escuchando y observando, irrumpiendo en la intimidad de la pareja. Tal vez al comienzo las sospechas de Susan suenan un poco paranoicas, pero la realidad es que ni ella, ni Tony ni los espectadores nos imaginamos el plan que el mayordomo guarda bajo su manga, especialmente luego de la llegada de su hermana Vera (Sarah Miles).

The Servant es una de las mejores películas sobre el poder, la manipulación y sus efectos sobre las personas. La película tiene un tinte ambiguo, ya que la dinámica entre los protagonistas se puede interpretar de distintas maneras. Por un lado, están quienes creen que la manipulación por parte de Barrett es una venganza de la clase trabajadora a la anticuada aristocracia inglesa; otros detectan una dinámica homoerótica en la que Susan y Barrett compiten por el poder sobre Tony; y también existen quienes, simplemente, ven a Barrett como un individuo diabólico cuyo único propósito es jugar con la monótona existencia de Tony, más allá de su estatus social y su sexualidad. Desde mi punto de vista, la película es una mezcla de todas las teorías que acabo de mencionar, gracias a que nunca pierde, ni siquiera cincuenta y cuatro años más tarde, ese toque enigmático y misterioso que alimenta la naturaleza del poder en sí.

The Servant explora temáticas tan profundas como la identidad, el sexo como herramienta de poder y placer, y cuestiona las reglas que dictan nuestros roles dentro de la sociedad. Todos parecen ser peones en el tablero de Barrett, pero si lo pensamos bien, ¿no es Barrett otro más de esos insignificantes peones? Es decir, el mayordomo logra manipular a Tony y volverse indispensable en su vida porque cumple con sus tareas de un modo magnífico, excediendo las expectativas de su empleador, como si fuera su niñero personal. Por lo tanto, al final de la película, Barrett sigue sin ser el dueño de la casa, porque solamente puede conservar su control sobre Tony si continúa cumpliendo con su rol del "magnífico" mayordomo.


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The Swimmer (1968), dirigida por Frank Perry, Sydney Pollack

Todavía no tengo mi opinión y mis pensamientos sobre The Swimmer completamente formados, ya que la vi hace un par de días nada más y aún me está dando vueltas por la cabeza, pero me gustó. Ned Merrill (Burt Lancaster), usando nada más que un traje de baño, vuelve a los suburbios de Westport, Connecticut, un sitio que solía ser su hogar pero del cual, aparentemente, se ha ausentado durante un largo tiempo. Ese día, luego de recibir una cálida bienvenida por parte de unos amigos, a Ned se le ocurre la peculiar idea de "nadar" de regreso a su casa utilizando todas las piletas privadas del condado, visualizándolas como un río. Lo que inicialmente parece una aventura divertida y extravagante bajo la luz del sol, se transforma en una odisea trágica en dirección a un hogar que ya no existe más.

Si esa sinopsis suena extraña y confusa, está bien, porque eso es exactamente lo que pensé mientras miraba esta joya de culto de los sesenta. Nunca sabemos mucho sobre Ned y los fragmentos de información que vamos adquiriendo se basan en los diálogos entre él y aquellos adinerados "amigos" con los que se encuentra a lo largo del camino, quienes cada vez se vuelvan más hostiles. Al parecer, el protagonista recuerda tanto sobre sí mismo como nosotros, porque cuando habla de su hogar en las colinas, de su esposa y sus hermosas hijas, de su dinero y del increíble ser humano que es, todos lo miran con total incredulidad y preocupación. Queda claro que Ned vive en el pasado, en un limbo de sus días de gloria, amado por su familia, sus amigos y sus amantes, pero hoy en día no tiene ni un centavo, su familia no está a su lado, su cuerpo atlético se ve cada vez más exhausto y el agua de las piletas que lo hacían sonreír al comienzo, se ha transformado en una intensa y helada tormenta.

The Swimmer, basada en un cuento corto del escritor norteamericano John Cheever, presenta la imagen de un hombre que, en su momento, lo tuvo todo, el prometedor sueño americano de posguerra. Pero cegado por su propia vanidad, materialismo y sus debilidades (¿el alcohol? ¿las mujeres?) ha perdido hasta su propia identidad. Es una película que comienza como un romance artificial de Doris Day y Rock Hudson, para luego convertirse lentamente en una pesadilla de la destrucción total de ese idealismo sesentoso.


CRÉDITOS DE LAS IMÁGENES:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12

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