El Ángel, o la fina línea entre mostrar y glorificar

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Hace poco fui a ver El Ángel, el nuevo éxito del cine argentino, dirigida por Luis Ortega. Para los que no están al tanto, la película está basada en los crímenes cometidos por Carlos Robledo Puch, que en ese entonces, allá por 1971, tenía veinte años. La verdad es que estaba muy ansiosa por verla y tenía expectativas bastante altas, pero, finalmente, mi reacción no fue la esperada. No digo que sea una mala película y, de hecho, en términos técnicos es admirable; el problema es que realmente me perturbó la manera en la que convirtieron al protagonista en un pendejito rebelde y sin vergüenza, como si fuera una especie de comedia negra. Gente, estamos hablando sobre uno de los asesinos y psicópatas más terribles de la historia argentina. Robledo Puch no es un Billy the Kid carilindo, no es un pistolero del viejo Oeste, de esos que eventualmente se convertían en el héroe. Este tipo es responsable de la muerte de, al menos, once personas, dos de ellas mujeres que fueron secuestradas, violadas y asesinadas por él y su cómplice Jorge Ibáñez (nombrado Ramón Peralta en la película).

En mi opinión, el objetivo de realizar películas sobre personas tan siniestras y oscuras es, justamente, mostrar dicha oscuridad y adentrarse hasta el fondo, con total honestidad y sin darse el lujo de mirar para el costado, no glorificar al individuo ni tornarlo poético. Es necesario recordar que Robledo Puch es un hombre de carne y hueso, no pertenece a un mundo imaginario, y dejó familias sin sus seres queridos, sólo por placer, por un retorcido "amor al arte". Otras películas como El Clan (2015), obras maestras de Scorsese como Goodfellas (1990) y Taxi Driver (1976), la trilogía del Padrino o series como Los Soprano y Peaky Blinders, realmente se toman el trabajo de mostrar la naturaleza perversa de sus protagonistas y cada uno de los actos atroces que llevan a cabo; muestran lo podridos que están por dentro y cómo todo lo que hacen repercute en sus familias y en la progresiva decadencia de sus vidas. Pero en El Ángel no ocurre nada de esto, sino que Robledo Puch es presentado, simplemente, como un adolescente peculiar, impulsivo, "loquito" y hasta me atrevería a decir divertido.

Siento que El Clan, dirigida por el gran Pablo Trapero, si bien también tiene alguna que otra falla, logró lo que El Ángel ni siquiera intentó lograr. El Clan narra la historia de la familia Puccio, que tras el fin de la última dictadura militar argentina a mediados de la década del ochenta, ganó millones secuestrando y asesinando personas, inclusive luego de recibir los rescates de sus respectivas familias. Lo que logró Trapero fue ser brutalmente honesto y transparente, mostrando a los Puccio, sobre todo a Arquímedes (cabeza de la familia), como la basura que genuinamente fueron, obligando a los personajes a hacerse cargo de sus acciones, sin romantizar ni una sola escena ni transformar a ninguno de ellos en Míster Simpatía. En la película de Ortega, pasamos más tiempo presenciando las aventuras ocurrentes de los protagonistas o momentos bizarros que pretenden imitar a Lynch, que presenciando los crímenes en sí, lo cual siento que produce que el espectador, de vez en cuando, se olvide de que ocurrieron. Y cabe mencionar que los creadores de la película decidieron deliberadamente no mostrar las violaciones y asesinatos de mujeres, que en mi opinión no es un dato menor.

Es fácil crear una película entretenida y "cool" que nos permita simpatizar con "Carlitos", pero me parece más humano tener en cuenta la responsabilidad con la que cargan los artistas a la hora de presentar sus obras ante miles de personas. Robledo Puch es un producto de nuestra sociedad y la cuestionable decisión de glorificar o apañar sus crímenes también lo es.

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