Espero que cuando el mundo llegue a su fin, pueda respirar con alivio

(Todas las imágenes son de Film Grab)



Donnie Darko, el debut del director y guionista Richard Kelly, se estrenó hace ya diecisiete años, pero su representación de la adolescencia, la soledad, los miedos y el fin del mundo continua siendo igual de relevante. A grandes rasgos, Donnie Darko se trata sobre un adolescente que padece esquizofrenia y sonambulismo. Una noche, una turbina de avión se estrella contra la casa de Donnie, quien se salva de la muerte por haber estado caminando dormido lejos de su hogar. A partir de este suceso, comienza a recibir mensajes, en la forma de un conejo gigante de aspecto bastante perturbador llamado Frank. A través de dichos mensajes, Frank le advierte que en menos de un mes, el mundo acabará. La película aprovecha al máximo su ambigüedad para jugar con la idea de si lo que va ocurriendo es real o producto de la imaginación de Donnie.

Más allá de los aspectos de ciencia ficción y los viajes en el tiempo, la película muestra con total vulnerabilidad y honestidad experiencias relacionadas a la adolescencia y cómo Donnie se ve afectado por la soledad constante que siente en una sociedad con la cual no logra conectar. Su familia lo apoya, pero se les vuelve difícil establecer un verdadero vínculo con él, sobre todo ante sus cambios repentinos de carácter o lo que perciben como reacciones desmedidas. Se siente como si fuera él versus el resto del mundo. Es por eso que cuando aparece Frank por primera vez, Donnie siente atracción, curiosidad, entusiasmo; es un nuevo amigo que viene a romper con la monótona existencia de todos los días. Donnie obedece las órdenes de Frank porque, en sus propias palabras, fue él quien le salvó la vida.




La película está ambientada en el año 1988, tras casi una década del gobierno neoliberal de Reagan, de la amenaza de la bomba nuclear, de una guerra fría que estaba llegando a su fin, y a la vuelta de la esquina teníamos la inminente caída del Muro de Berlín un año más tarde. Se podría decir que hay similitudes entre 1988 y 2001, el año en el que Donnie Darko se estrenó, pero en el 2001, los miedos y la ansiedad de décadas pasadas se habían incrementado, en parte a causa del avance tecnológico combinado con los cambios sociales, el temor a una construcción de una otredad monstruosa llamada terrorismo, guerras ya ocurridas y guerras por venir; en fin, un proceso de globalización que en realidad resultó ser uno de heterogeneidad y fragmentación.

Analizando el contexto -o los contextos-, la historia escrita por Kelly no resulta tan extraña, sino, al contrario, acertada. Cada generación tiene su fin del mundo, su fantasía apocalíptica, ya sea producto de una masacre nuclear, del calentamiento global o por la creencia de que al llegar a una determinada fecha, el mundo simplemente dejará de existir. Desde una perspectiva socio-antropológica, la investigadora Rosalía Winocur plantea que constantemente buscamos formas de controlar la incertidumbre del mundo moderno, con el fin de garantizar nuestra inclusión y perpetuar la exclusión del otro, del distinto. Los miedos que padecemos cotidianamente se condensan en una experiencia social denominada "miedo al sinsentido", dentro del cual se encuentran, por ejemplo, el miedo a la enfermedad o a la soledad. Estas experiencias nacen de un conjunto relativamente nuevo de fenómenos como el estrés, el auge de las drogas, el avance de la contaminación ambiental. Así es como la realidad deja de ser inteligible y aparece fuera de control. (1)

Como dice la canción de Tears for Fears con la que finaliza la película, es un mundo loco en el que, tal vez, soñar que nos morimos termina siendo una mejor opción que seguir viviendo.





En lo que a influencias e inspiraciones se refiere, tengo varios comentarios para hacer al respecto. Se me viene a la mente The Shining (El Resplandor) de Kubrick, ya que es similar el modo en el que Jack Torrance (Jack Nicholson) y Donnie (Jake Gyllenhaal) reciben órdenes por parte de algún tipo de entidad, en el primer caso encarnada en la forma de Grady y del Hotel Overlook, y en el otro en la forma de Frank.

Richard Kelly ha citado como inspiración a los cineastas Terry Gilliam y David Lynch. Gilliam ha dirigido dos joyas distópicas de mundos salidos de pesadillas: Brazil (1985) y 12 Monkeys (1995), una de mis películas de ciencia ficción favoritas. El protagonista de 12 Monkeys, James Cole (Bruce Willis), es un convicto que vive en un futuro en el que la mayor parte de la población ha sido exterminada por un misterioso virus, y debe viajar al pasado para recopilar información sobre el origen de dicho virus. A lo largo de su viaje, Cole descubre cosas que casi nadie más sabe, transformándose en una especie de profeta loco, rodeado de incrédulos, medicado y encerrado temporalmente en un psiquiátrico.

Donnie, al igual que Cole, parece estar recibiendo información que nadie más conoce relacionada al pasado, presente y futuro de nuestro planeta. En distintos niveles, ambos se convierten en viajeros del tiempo con una misión y ambos no encajan con el resto de las personas, exceptuando una mujer -Gretchen, en el caso de Donnie y Kathryn en el caso de Cole-, que decide creerle al protagonista y acompañarlo. Tanto 12 Monkeys como Donnie Darko abordan temas como la muerte y el significado que pueden tener nuestros sueños y nuestro inconsciente.

La influencia de David Lynch es, en mi opinión, la más evidente. En primer lugar, al igual que en Blue Velvet (1986) y Twin Peaks, Donnie Darko muestra un suburbio perfecto, repleto de casas lindas con jardines y cielos azules, que en realidad no es más que una fachada que oculta desde criminales y pedófilos hasta conspiraciones y leyendas urbanas que amenazan con volverse realidad. Kelly también se inspiró en la ambigüedad de Lynch, ese limbo permanente entre el mundo real y los sueños, entre lo material y lo espiritual. Esa sensación de que, como Donnie o como la mayoría de los personajes de Lynch, nosotros también andamos caminando dormidos por la vida, sin saber a qué aferrarnos.




La selección de la música utilizada en la película es increíble, especialmente la triada de canciones de The Killing Moon de Echo & the Bunnymen, Under the Milky Way de The Church y Head Over Heels de Tears for Fears. Van de la mano de la ambientación de la época, que si bien es ochentosa, se aleja mucho de lo que estamos acostumbrados a asociar con los ochenta en el cine en términos estéticos y culturales, lo cual me parece genial porque le aporta aún más universalidad a la película.

Tal vez haya quienes crean que es ridículo hablar de universalidad en relación a Donnie Darko, pero para mí tiene mucho que ver con el hecho de que, más de una década después, siga siendo un clásico de culto. Donnie Darko sigue siendo relevante, la seguimos mirando, seguimos hablando y escribiendo sobre ella no solamente por su historia bizarra y atrapante de viajes a múltiples universos y líneas de tiempo, sino porque hay algo con lo que podemos sentirnos identificados. Tal vez sea la soledad, la dificultad para relacionarse con los demás, el hartazgo ante ciertas normas sociales, o cualquier otra razón, lo que hacen que la obra de Richard Kelly continúe atrayendo fanáticos, generando debates y hasta conmoviendo espectadores.









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