Acá todo es violencia, todo es a la fuerza: Ladrilleros de Selva Almada
Ladrilleros es una novela ambientada en el norte argentino, en un pueblo del Chaco, un paisaje que Selva Almada describe como "duro, seco, espinoso y lleno de polvo". En este pueblo viven dos familias, la de Oscar Tamai y la de Elvio Miranda, rivales, vecinos enemigos, ambos ladrilleros. Con cada página, vamos conociendo más sobre las vidas de estos hombres y cómo sus acciones terminan impactando el destino de sus familias, especialmente el de sus hijos mayores, Pájaro y Marciano. Es una novela sobre la violencia y sus consecuencias; sobre la violencia que surge de la masculinidad tóxica, la violencia de un padre hacia un hijo, la sed de venganza entre hombres. La autora parte del desenlace de la historia y dedica el resto de la novela a reconstruir los hechos que culminaron de semejante manera. Es una narrativa circular, empieza donde termina y termina donde empieza. En general, se suele agrupar a las tres novelas de Almada (El viento que arrasa, Ladrilleros y No es un río) como una especie de trilogía temática, porque todas tratan el tema de la masculinidad en las regiones del norte y del litoral argentinos. Almada escribe sobre el mundo masculino desde todos sus matices, desde el el odio, lo erótico, desde la tristeza y la furia. También desde el amor, pero un amor que no sabe cómo expresarse, mutilado.
Ladrilleros es además la historia de hombres ausentes, borrachos, que aparentan ser fuertes pero en el fondo se caen a pedazos, y de las mujeres que, como consecuencia, deben sacar sus familia adelante, en todo sentido. "Son personajes bien representativos del interior y de ciertos estratos sociales, donde ves a la mina superpoderosa, que es una amazona y que podría sola con todo, pero reproduce el machismo en la educación de los hijos y trata de mantenerle la hombría al marido; minas que son muy fuertes pero si el marido grita, se quedan calladas. Siempre me pareció muy contradictorio y me llamaba la atención", observó la autora en una entrevista con la revista El Cocodrilo.Y es justamente eso lo que ocurre: todos los personajes, de una manera u otra, terminan siendo víctimas de la cultura machista que los domina. Las agarradas a piñas, las borracheras, los prejuicios, esa necesidad de que tu hijo no te salga "puto" ni "pollerudo", los extremos a los que se llega para defender el supuesto honor. Todos reproducen lo que sus padres les han enseñado, lo que sus madres han soportado, y así se van heredando y perpetuando estos círculos viciosos de costumbres violentas. Eso es la tradición.
Almada reinventa la tragedia Shakesperiana en los paisajes olvidados y desolados de la provincia, con una mirada perceptiva que se posa sobre lo íntimo, lo cotidiano y los detalles que hacen a las vidas de sus personajes. Su forma de escribir es muy orgánica, natural, nada se siente forzado o impostado, lo cual siempre es un peligro cuando se utiliza mucho lenguaje coloquial, el cual abunda en este libro. Los diálogos están perfectamente logrados, las descripciones son sencillas pero evocativas. Las palabras de Almada fluyen.
Mi única crítica es que me hubiera gustado conocer más a Ángel y que participara más a lo largo de la historia, no sólo al final de un modo que se sintió algo repentino, como si se hubiera acordado de él a último momento cuando lo necesitaba. De todos modos, es una novela espectacular e imperdible que representa lo mejor de la literatura argentina contemporánea. Es un texto sumamente sensorial y hasta cinematográfico. Se puede sentir el calor apabullante, ver el rojo de la sangre, imaginar los cuerpos que se unen en la pelea y se unen en el sexo. Oler la muerte. Si toda la obra de Selva Almada es igual de buena, sin duda se convertirá en una de mis escritoras favoritas.
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