"Está hecha mierda, como nosotros."
En este blog, durante los últimos meses, escribí sobre dos películas argentinas: La Ciénaga y Leonera. En la vida real, más allá del blog, vi muchas más, pero siempre hago una meticulosa selección de lo que aparece escrito acá. Ayer a la noche vi dos películas argentinas: Carancho (2010), de Pablo Trapero, y Las Mantenidas sin Sueños (2005), de Vera Fogwill y Martin De Salvo. Debo decir que Carancho me gustó bastante y la considero recomendable, pero, al contrario del pensamiento popular, no soy fanática del actor Ricardo Darín y se me hace tedioso soportarlo durante casi dos horas. Prefiero utilizar este espacio para compartir proyectos y artistas menos apreciados de mi país, aquellas películas, actores y directores que, tal vez, se encuentran fuera del radar o pasan un poco desapercibidos.
Las Mantenidas sin Sueños es la historia de la relación entre una mamá, Florencia (Vera Fogwill) y su hija de nueve años, Eugenia (Lucia Snieg). El problema es que, la mayor parte del tiempo, Eugenia termina ocupando el rol de madre y Florencia el de hija. Florencia es una drogadicta, permanentemente sin trabajo por elección y mantenida por su madre, Sara (Mirta Busnelli), con quien no tiene un buen vínculo. Sara no soporta más la situación y decide dejar de darle dinero, así que Florencia y Eugenia viven en un departamento frío y oscuro, sin gas ni electricidad. Entre todo el caos, la niña se las arregla para sobrevivir, inclusive hasta el punto de salir a pedir trabajo por el barrio. Al enterarse de que su mamá está nuevamente embarazada (en el pasado ha tenido un aborto), Eugenia expresa: "voy a tener una hermanita, voy a ser abuela."
Eugenia presenta actitudes y tiene pensamientos precoces porque su realidad la ha obligado a crecer más rápido que a sus compañeritos del colegio. Repite conceptos anticapitalistas, utiliza términos como "simbólico", reflexiona sobre la vida y la muerte, y es consciente de que su mamá se droga y se acuesta con desconocidos. Reiteradamente, la defiende a su madre, insistiendo en que no es su culpa ser la grande, pero, en el fondo, Eugenia desearía poder ser una niña más del montón, con padres que la cuiden, le preparen el desayuno y paguen las facturas. Ella quiere sentirse orgullosa de su madre y se ocupa de levantarla del sofá y conseguirle un trabajo. Intenta desesperadamente crear un orden y sentido dentro de la locura que es su vida cotidiana. Cuando nadie la felicita por su cumpleaños, su reacción inmediata es, simplemente, felicitarse a sí misma.
Desde el comienzo de la película, vemos que Eugenia se comunica con un hombre que dice ser su padre, pero nadie, ni Florencia ni Sara, lo mencionan o hablan sobre él. Para el espectador, es un individuo misterioso que sólo existe a través de cartas y fugaces conversaciones telefónicas. Yo también llegué a pensar que tal vez era un fragmento de la imaginación de la nena, el invento de una figura paterna, porque nunca conocemos el modo en el que ella logró contactarlo en un primer lugar. Sin embargo, a medida que nos acercamos al final de la película, descubrimos que este supuesto padre es Martín (Gastón Pauls), un hombre que "vive de vacaciones" y que, anteriormente, no parecía tener ningún tipo de conexión con las protagonistas. Él esta convencido de que Eugenia es su hija y se comunica con ella, prometiéndole viajes y aventuras juntos. Eugenia se pasa los días dibujando en su cabeza a ese padre que la busca, y sueña con el momento en el que, de su mano, conozca el mar. Su realidad ya debería haberla condicionado para no ilusionarse y no soñar, para no esperar nada de nadie, pero Eugenia es la excepción.
Florencia, al contrario, parece haberse acostumbrado a su realidad, y demasiado. Se menciona más de una vez lo brillante que era en la secundaria, abanderada del Nacional Buenos Aires y futura médica, siguiendo los deseos de Sara, especialista en atosigar a los demás con una odiada pregunta: "¿cuál es tu proyecto de vida?". Resulta curioso preguntarnos que fue lo que la desvió tanto de ese camino, pero la información que se nos brinda es que quedó inesperadamente embarazada de Eugenia, ignoró las súplicas familiares de someterse a un aborto y tuvo al bebé. Desde ese entonces, Florencia tomó la decisión de ser una "inútil", de no estudiar porque no le interesa nada y no trabajar porque no le gusta el esfuerzo, y a pesar de que no tiene un centavo, "aunque le sobre el dinero va a echarse a perder." Lo de Florencia no es rebeldía sin causa ni militancia en contra de algo, sino una apatía impuesta por el constante deseo ajeno de "hacer algo" o "dedicarse a algo", por la drogadicción y la idea que plantea Martín en una escena: ¿para qué intentar tener éxito si se que voy a fracasar?.
A lo largo de la película, los directores juegan mucho con el vínculo que existe entre Florencia y Eugenia. A pesar de los terribles descuidos por parte de Florencia, ambas mantienen una relación unida porque saben que se necesitan la una a la otra, porque a su propia manera son felices. Cuando dije que juegan, me refería, por ejemplo, a una escena en la que se intercalan simultáneamente dos imágenes: Florencia retorciéndose porque acaba de romper bolsa y Eugenia retorciéndose porque acaba de menstruar por primera vez. Se marca la conexión que existe entre ambas mediante "pasajes" de una etapa a otra en la vida de una mujer: por un lado, convertirse en madre, y por el otro, dejar atrás el cuerpo infantil. Así como Florencia deberá aprender a ser más responsable tras el nacimiento de su segundo hijo, Eugenia deberá aprender a usar tampones y adaptarse a los cambios que llegan junto con la adolescencia.
Como en el caso de La Ciénaga, aunque en menor medida, Las Mantenidas sin Sueños explora todas estas relaciones utilizando como fondo el impacto de la crisis económica y social argentina del 2001, tocando el tema de la decadencia económica. Mi ejemplo favorito es, probablemente, cuando Olga (Edda Díaz), tras haberse hecho pasar por muerta para cobrar una pensión más cara, se ríe de que muerta gana más dinero que viva. También se mezcla esa realidad cruda tan característica del cine argentino con un humor negro y absurdo, un mundo en el que todos viven en distintos estados de autodestrucción. En la película abundan personajes pintorescos que mezclan sus tragedias con humor, como la ya mencionada Olga, una vecina que quiere llenar el vacío que sus propios hijos dejaron con Florencia y Eugenia; Lola (Elsa Berenguer), la abuela paterna de Eugenia, de carácter fuerte y con su gato siempre en brazos; y Celina (Mía Maestro), una ex compañera del secundario de Florencia, una mujer que nada en la opulencia pero tiene una vida vacía, es otra "inútil" más.
Fogwill y De Salvo no nos ofrecen un tour de la ciudad, se limitan a mostrarnos siempre las mismas calles, los mismos edificios y las mismas habitaciones. El objetivo es crear y definir el mundo en el que viven los personajes, el mundo que se han creado para sí mismos. En el caso de las dos protagonistas, ese mundo es el par de caóticas habitaciones que comparten cerca del puente Nicolás Avellaneda, y cuando Eugenia se dirige al colegio siempre la vemos pasar por la misma calle, rodeada por edificios de chapa. Y esto produce el efecto de sentir que no viven en la Ciudad de Buenos Aires, sino en alguna pequeña esquinita que funciona como toda una ciudad aparte, la ciudad de Florencia y Eugenia, la ciudad de las mantenidas sin sueños, la ciudad de las niñas precoces, la de los que viven de vacaciones, la de los que no tienen un centavo, la ciudad de los que tienen de sobra, de los que tienen un proyecto de vida y los que no. Cuando Eugenia viaja para ir a encontrarse con su papá, se escapa de su mundo por un tiempo y descubre otro: el de la modesta casita en el campo, junto al río.
El título que elegí es una referencia a una escena que me gustó. Lola y Martín quedan desalojados de su casa y una vecina les ofrece mudarse a una casa que tiene, ubicada en el campo, lejos de la ciudad. Tras horas de viaje por la ruta, se bajan del auto y contemplan la casita. "¡Susana no me la describió así!," se queja Lola, al ver que es mucho más humilde de lo que creía. Su hijo la mira y le contesta: "Es perfecta. Está hecha mierda, como nosotros". Opino que es la escena que mejor define a la película y a sus personajes. Y, en algunas ocasiones, nos define a nosotros también.
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