El fantasma de mi padre: El Abrazo Partido



El Abrazo Partido (2004)
País: Argentina
Director: Daniel Burman
Guión: Daniel Burman y Marcelo Birmajer
Elenco: Daniel Hendler, Adriana Aizemberg, Jorge D'Elía, Sergio Boris, Rosita Londner, Diego Korol, Silvina Bosco, Isaac Fajm, Melina Petriella
Cinematografía: Ramiro Civita



Hay un pueblito en el que viven varias familias pintorescas de diversos orígenes. Están los Makaroff, una madre, dos hijos y un padre ausente que no vive en el país, judíos; los Levin, primos que por razones comerciales se hacen pasar por hermanos, también judíos; los Saligani, familia de italianos; los Kim, un matrimonio de coreanos; Gerardo y Rita, que a veces son padre e hija, y otras son pareja, dependiendo de la conveniencia de ella; Mitelman, amigo de uno de los hijos Makaroff; y Osvaldo, un viejo solitario al cual califican de "transparente", no necesariamente como un elogio.

Todo esto es cierto, excepto que no hay ningún pueblito, no es un pueblo en lo más mínimo. Es una galería repleta de locales en plena ciudad de Buenos Aires (barrio de Once). Es increíble el modo en el que Daniel Burman logra tomar una ciudad tan enorme, agarrar una lupa y enfocarse en un pedacito diminuto, dentro del cual crea una comunidad; similar a cómo lo hizo el director norteamericano Spike Lee con su Do The Right Thing (1989). En parte, de eso se trata la película, de comunidades, de familias, de un sentido de pertenencia, de cómo todos elaboramos estos aspectos y construimos nuestra propia identidad.

Ariel Makaroff se crió sin su padre, Elías, con la historia de que tuvo que irse a Israel para luchar en la guerra de Yom Kippur en 1973, siguiendo sus ideales. Pero Ariel nunca se lo creyó, le parecía ridículo que un hombre que, supuestamente, estaba contento con su familia se fuera a una guerra para jamás regresar e instalarse en otro continente. Ariel pasa cada uno de sus días en la galería, con el objetivo de ayudar a su mamá, pero más que nada dando vueltas de acá para allá. Hace poco dejó a su novia, dejó la carrera de arquitectura, y ahora se le metió en la cabeza que quiere irse a vivir a Europa, "convertirse en polaco". Cuando le preguntan el por qué de ésto en la embajada, ni él sabe como responder. Tal vez, simplemente, está tratando de encontrase a sí mismo, detrás de la ilusión de que en otro lugar del mundo su vida sería diferente.



Seguramente, alguna vez, todos hemos escuchado la expresión de que alguien corre de sus problemas; en el caso de Ariel es totalmente literal, sale a correr por la calle como si no hubiera mañana. Cuando se entera de secretos familiares o cuando surge la posibilidad de un reencuentro con su padre, su instinto de supervivencia es correr, alejarse, cualquier cosa es mejor que salir lastimado o dejarse ver vulnerable. En una escena, Ariel comenta en voz en off: "Ahora que se que me voy, todo se ve de otra manera. Es como si ya no perteneciera a esta galería, como si todo ya fuera un recuerdo." Lo que él realmente necesitaba era eso, observar sus alrededores desde otro punto de vista, desde otra perspectiva, sentirse como un turista y reflexionar sobre qué es lo que le falta, aquello que lo hace sentir incompleto y que le causa conflicto, sin tener que subirse a un avión. 

La ausencia de Elías y la sensación de que existía una parte de la historia que él desconocía le provocan una fuerte desconexión con su identidad y con su religión, porque siente que un fragmento de su persona le fue quitado injustamente. Pero cuando su padre reaparece, le cuesta enfrentarse a dicha parte de su identidad, preguntándole a su abuela con cierto tono de desesperación, "¿yo no me parezco a Elías, no?", evitando su temor de reconocerse en un hombre a quien consideraba un traidor, un abandonador, un egoísta. A medida que va conociendo a Elías y que aprende más sobre lo que ocurrió hace décadas, debe comenzar desde cero, descartar la idea que se había hecho sobre su padre durante años y abrirse ante la posibilidad de formar un nuevo vínculo. 

Cuando llegamos al desenlace de El Abrazo Partido, nos encontramos con que Ariel, por el momento, no viajará a Europa, y menciona que todo en la galería está casi igual que siempre. Sin embargo, a él se lo ve más relajado, menos inquieto, en paz. Esto es porque, los cambios no tenían que producirse en la galería o en el paisaje, tenían que producirse en su interior, él necesitaba deconstruirse y reescribir su propia historia: ¿quién es Ariel Makaroff?


http://lavidanoimitaalarte.blogspot.com/2009/04/el-abrazo-partido-daniel-burman-2003.html

La magia de El Abrazo Partido proviene de la capacidad de Daniel Burman y del guionista Marcelo Birmajer -y de los actores, claro- de mezclar la incertidumbre, la confusión, la sensación de crisis existencial de Ariel, con un humor irónico, en ocasiones sarcástico, y seco (lo que en inglés se conoce como deadpan). De este modo, resulta fácil sentirse identificado con algún aspecto de los personajes y encariñarnos con ellos, a través de sus idiosincrasias. Acá no hay figuras abstractas, todos son humanos, imperfectos, con giros inesperados y retratados por la cámara como si se tratase de un documental. 

Al final de la película, vemos como todos los personajes (o casi todos) parecen haber encontrado un equilibrio para hacer las cosas que les gustan o que querían: Ariel puede pasar tiempo con su padre y entablar una relación, la abuela vuelve a cantar y graba en un estudio, Sonia, la mamá de Ariel, sigue cocinando leicaj, bailando rikudim y, probablemente, viéndose con Marcos. Tal vez, Osvaldo y Joseph no pueden decir lo mismo, pero ya les llegará su momento de suerte. Todo 
en la galería del Once marcha bien. Hasta que Ariel tenga su próxima crisis, claro. 

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