Mi carta de amor a Killing Eve

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Los Soprano, Breaking Bad, Peaky Blinders. ¿Qué tienen en común estas tres series? Primero, que son consideradas algunas de las mejores de la historia (y son algunas de mis favoritas). Segundo, que tienen como protagonistas a psicópatas, personajes dispuestos a matar: a matar para marcar territorio, para demostrar el alcance de su poder, y hasta por placer, generalmente justificándose bajo la excusa de que lo hacen “para proteger a su familia” o alguna otra causa de fuerza mayor (sí, claro). Tony Soprano, Walter White y Tommy Shelby son personajes carismáticos, construidos e interpretados de forma compleja para generar sentimientos encontrados en el espectador, un apego, un amor, el impulso de defenderlos, mientras el ángel que flota sobre nuestro hombro intenta despertarnos, abrirnos los ojos ante la violencia. Nombro a estas tres series en particular porque considero que son los mejores ejemplos, pero también existen otras como Dexter, Hannibal, Bates Motel, o inclusive series como Narcos y El patrón del mal que toman a la figura de Pablo Escobar. También hay otro asesino famoso, icónico diría, que ocupa un lugar importante en la cultura popular: James Bond. Sí, él tiene una licencia para matar, pero sigue siendo un asesino. 

Ahora, continuando con las similitudes entre todos estos personajes, ¿cuál es otra característica en común que se puede observar? El hecho de que cada uno de ellos son hombres. El rol del psicópata, los espacios de violencia extrema, los mundos de espionaje y de asesinos profesionales suelen estar mayormente ocupados por personajes masculinos, mientras que a las mujeres se les asignan los roles de esposa o interés romántico, asistente o secretaria, objeto de belleza o simplemente personajes que quedan a un costado. Con esto no quiero decir que algunas de las series que mencioné no cuenten con personajes femeninos interesantes, como sí es el caso con Breaking Bad y Peaky Blinders, pero la realidad es que no son las protagonistas. Los que habitan completamente estos espacios de violencia, los que se matan a piñas, los que sangran hasta quedar inconscientes y dan las órdenes son ellos.

Hasta que un día llegó Killing Eve. Una serie que toma todo lo que acabo de explicar y, no sólo lo da vuelta, sino que lo descarta totalmente y crea algo nuevo, de la forma más caótica, extravagante y divertida que uno pueda imaginarse. Killing Eve es como un fuck you gigante, que sin pedir permiso se apodera de tu mente y supera todas tus expectativas. Para los que no estén al tanto, la serie comienza cuando Eve Polastri, interpretada a la perfección por Sandra Oh, comienza a trabajar como espía para MI6, la inteligencia británica, dentro de un operativo que busca capturar a una asesina profesional conocida como Villanelle, interpretada por la estrella de este show, Jodie Comer. A lo largo de las temporadas (ya son tres y habrá una cuarta) ambas mujeres desarrollan una obsesión que las lleva a perseguirse como gato y ratón por toda Europa, con múltiples muertes y tragedias de por medio. Cada temporada está escrita por una guionista diferente. La primera (y probablemente mi favorita) fue el resultado de la genialidad de Phoebe Waller-Bridge, la mente maestra detrás de Fleabag, otra serie que causó bastante furor en este último tiempo. Y las últimas dos temporadas fueron escritas por Emerald Fennell y Suzanne Heathcote respectivamente; Heathcote ha dicho que tiene interés en escribir mujeres fuertes, “disfruto escribiendo personajes femeninos complejos, que tienen muchos defectos y son difíciles. Creo que esos son los personajes que estamos empezando a ver más y más hoy en día, ‘Killing Eve’ siendo un ejemplo principal” (1).

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La serie ha tenido un éxito tremendo tanto en Estados Unidos como en Reino Unido, no sólo en términos de premios sino también en términos de audiencia, y pienso que esto se debe justamente a los puntos que desarrollé al principio: es la primera vez que nos encontramos con semejante psicópata sin que habite el cuerpo de un mafioso italiano de dos metros que fuma habanos. Acá los personajes no se ven definidos por ser la madre de, la novia de, hermana de, y cientos de etcéteras, sino que valen por sí mismos en toda su gloria deformada. Creo que el secreto de dicho éxito es justamente el animarse a romper con la estructura previamente establecida y arriesgarse a mostrar algo distinto, una historia retorcida que logra hacer reír, generar suspenso, perturbar, conmover; en fin, una montaña rusa de emociones, acompañadas de escenas de acción fantásticas, una producción de arte increíble, diálogos para morirse y algunas de las mejores actuaciones de los últimos años.

La primera escena de Killing Eve, los minutos que actúan como introducción, ya dejan en claro el tono de la serie: Villanelle le sonríe a una nena, se le acerca y le tira encima el helado que ésta estaba comiendo. Es un momento inesperado, una carta de presentación del humor irreverente y tragicómico de la serie, que nos hace querer reírnos a escondidas porque tal vez no deberíamos estar riéndonos. En muchos sentidos, la serie es como una especie de fruta prohibida: nos encariñamos con personajes con los que no deberíamos encariñarnos, los bancamos cuando sabemos que no están tomando las mejores decisiones, nos enganchamos con una historia de amor que probablemente no tenga futuro ni un buen final, nos dejamos llevar por la violencia. Y, sin embargo, esa mezcla de locura y de placer termina siendo la fórmula perfecta para un escape de la realidad, para apretar play y salir de nuestras vidas durante un rato, viajando por las ciudades más bellas de Europa en un entramado de espionaje, secretos y muerte. Muchas de las series y miniseries que me gustan están basadas en hechos reales y abordan temas más duros y difíciles de afrontar, por eso mismo a veces es realmente necesario contar con una vía de escape. Por todo esto y por mucho más, me declaro fan de Killing Eve.

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