Sobrevivir no es suficiente: Station Eleven
No es secreto que en estos últimos meses aumentaron las ventas de libros sobre pandemias e historias apocalípticas, La Peste de Albert Camus siendo uno de los ejemplos más populares. Uno podría preguntarse por qué en una situación mundial como la que estamos viviendo, tanta gente busca libros, series o películas que en lugar de ser una forma de escape, se acercan más a la realidad actual y presentan escenarios bastante desesperantes; creo que la respuesta es: para sentirse acompañados y comprendidos, así como cuando estamos tristes y escuchamos música que expresa eso mismo que estamos sintiendo. Si bien nuestras vidas están determinadas por las condiciones materiales, la cultura que nos rodea permite darle sentido a dichas vidas y a nuestras experiencias, es decir, a través de esos libros y esas series que consumimos también interpretamos nuestra realidad y le damos un sentido a lo que nos pasa. Por eso hay ocasiones en las que si nos sentimos ansiosos o abrumados recurrimos, por ejemplo, a un libro que nos ayude a lidiar con lo que nos ocurre y a entender que no estamos solos, que alguien más está pasando por lo mismo.
Hace unos días, arranqué a leer Station Eleven (Estación Once), una novela de ciencia ficción escrita por la canadiense Emily St. John Mandel que me deslumbró por completo. En términos generales, el libro toma dos líneas temporales: por un lado, el momento en el que se desata una pandemia brutal que acaba con el 99% de la población mundial y, por otro, la realidad de los sobrevivientes veinte años después del colapso de la civilización tal cual como la conocían. La novela fue publicada hace seis años, pero por razones obvias ha vuelto a ser bastante popular en lo que va del 2020. Cuando empecé a ver que la recomendaban en internet, algo que me llamó la atención fue el hecho de que los protagonistas fueran actores y músicos que viajaban por pueblitos post-apocalípticos montando obras de Shakespeare y tocando música clásica; no sé, me pareció una idea original y además me encantan las historias en las que hay artistas.
Si bien el contexto en el que transcurre Station Eleven es el de una pandemia y sus consecuencias, no diría que el libro trata sobre eso, sino más bien sobre los vínculos humanos que se van desarrollando a partir de las circunstancias. Se trata sobre la muerte, el duelo y, por ende, la vida. Es una historia realmente profunda que toca temas universales con los que todos podemos sentirnos identificados o al menos llegar a comprender. Mandel pone el foco en los personajes, en el factor humano: "el infierno es la ausencia de las personas que quieres", escribe la autora, una frase en la que probablemente muchos nos veamos reflejados a causa del aislamiento por el Covid-19. Es cierto que a lo largo de la novela se puede apreciar una nostalgia por la electricidad y la tecnología, el anhelo de ese mundo anterior ya casi ajeno, pero queda claro que lo fundamental son los vínculos, las personas, tenerse el uno al otro.
Otra frase importante dentro de la historia es "sobrevivir no es suficiente", que la autora tomó prestada de la serie Star Trek: Voyager y aquí utiliza como lema para los integrantes de la Traveling Symphony, los artistas que protagonizan Station Eleven. ¿Qué significa esto? Que no alcanza con que nuestro único propósito sea sobrevivir, ni siquiera para estos personajes en circunstancias extremas, sino que otras cosas también son fundamentales, como el arte, la música, un cómic, poder disfrutar a pesar de todo. Inclusive en un mundo que ha sido destrozado es necesario que aquellos músicos y actores se mantengan juntos y sigan compartiendo su arte con los demás, haciendo a los espectadores reír, llorar, bailar... en fin, sentir. Es este sentir y estas cosas, a veces aparentemente pequeñas, lo que nos recuerda que somos humanos, aún en las peores condiciones.
Algo que me encantó del libro es que Mandel no sigue un camino lineal y directo, sino que opta por ir y venir entre las distintas líneas temporales de manera intermitente, intercalando entre diversos personajes, hasta el punto en que a veces no estamos totalmente seguros de lo que está ocurriendo. Es gracias a esta técnica que a lo largo de la historia vamos descubriendo de a poco las respuestas a pequeños misterios e incógnitas para llegar a un final en el que todo se conecta perfectamente, como eslabones formando una cadena que atrapa al lector por completo. La autora construye un rompecabezas narrativo increíble al que no se le ven los hilos, que va mucho más allá de mi brevísimo análisis y que cuenta con alrededor de una docena de personajes.
En fin, Station Eleven me parece una obra maestra, un libro que te transporta totalmente y que tardé diez días en leer porque quería tomarme mi tiempo para poder apreciar cada detalle. En su mundo destruido después del colapso, Mandel le da sentido al caos y crea algo nuevo que surge de las cenizas de lo viejo, a partir del legado de la civilización anterior comienzan a erigirse los cimientos de la nueva.
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