mis actuaciones femeninas favoritas (parte I)

Al finalizar temporalmente con mi lista de actuaciones masculinas, me decidí por realizar su equivalente femenino, divido en dos partes (por ahora). Las siguientes interpretaciones no se encuentran en ningún orden, simplemente las fui colocando al azar.

(Parte II)


Gena Rowlands como Myrtle Gordon en Opening Night (1977), dirigida por John Cassavetes

Ya he expresado mi amor absoluto por Gena Rowlands en este post y nunca me voy a cansar de repetir lo que pienso sobre ella, porque es una actriz tremendamente subvalorada. Citando algo que he escrito anteriormente: Cuando pienso en ella, las palabras recurrentes que se me aparecen son "emoción", "expresión" y "vulnerabilidad". Rowlands nunca esconde sus emociones, y no porque no quiera, sino porque es como un instinto para ella, en cada escena y en cada imagen, sus pensamientos y sus sentimientos están escritos en su rostro y presentes en su voz, femenina y dulce, pero generalmente marcada por dolor y frustración. Me apasiona el hecho de que tiene una belleza impresionante, la belleza necesaria para haber dedicado su carrera a besar galanes de Hollywood, lucir vestidos de diseñador e interpretar a la mujer "perfecta", pero durante toda su vida optó por hacer a un lado su belleza, tratándola como algo banal, y mostrarse completamente genuina, desnuda e imperfecta ante las cámaras. Su humildad, su sencillez, esa audacia enorme de mostrarse en el mayor estado de vulnerabilidad, alocada y angustiada. Existen tantos primeros planos en los que su belleza es imposible de ignorar, pero al mirarla durante unos segundos más, vemos el retrato de una mujer desorientada y entristecida, que no desea cumplir el rol que la sociedad le asignó pero tampoco sabe como ser ella misma libremente, ahogando sus penas en alcohol. Gena Rowlands es distinta a todas las demás, es única y encantadoramente real dentro de un mundo muy acostumbrado a lo falso, a lo artificial y a las reglas ridículas que marca la sociedad.

En Opening Night, Rowlands interpreta a Myrtle Gordon, una actriz de teatro que entra en crisis tras la muerte de una fanática que buscaba su autógrafo y ante el desafío de interpretar a una mujer que se angustia ante la noción de que está envejeciendo. El personaje de la obra, en cierta forma, comienza a amalgamarse con la vida de Myrtle, ficción con realidad, por lo cual pasa sus días alcoholizada y desorientada, hasta que llega el momento de la noche de estreno. A pesar de que no es una decisión fácil, esta es mi actuación favorita de Rowlands, tan dolorosamente real, tan emotiva, tan genuina en sus gestos, su mirada melancólica escondida detrás de anteojos de sol. Durante uno de sus monólogos, Gena. en la piel de Myrtle, dice: "Ellos quieren ser amados, ellos tienen que ser amados, el mundo entero, todos, quieren ser amados. Cuando yo tenía diecisiete años, era capaz de hacer cualquier cosa, era tan sencillo, mis emociones se encontraban tan cercanas a la superficie. Me esta resultando cada vez más difícil mantenerme conectada." El alma ansiosa en su estado más puro y humano.


Ellen Burstyn como Sarah Goldfarb en Requiem for a Dream (2000), dirigida por Darren Aronofsky

Requiem for a Dream es la única película, si mi memoria no me falla, que produjo en mí una leve sensación de nauseas, lo cual en mi caso es mucho que decir y algo extremadamente peculiar. Luego de verla, me resultó casi imposible no pensar en ella, y eso fue exactamente lo que hice durante una o dos semanas, en especial en la actuación de Ellen Burstyn, que me dejo un poco traumada... en el buen sentido. Además de esta película, a Burstyn solamente la he visto en El Exorcista, en la cual también me impresionó gratamente, pero nada se compara con su trabajo en Requiem. Pocas veces el cine me ha aplastado el corazón de semejante manera, con un personaje tan triste como Sarah, una mujer mayor que pasa la totalidad de sus días sentada frente al televisor, solitaria, hasta que recibe las noticias de que, tal vez, tenga la oportunidad de aparecer en un programa de concursos. Cuando Sarah se entera de ésto, su deseo es presentarse en el programa luciendo un vestido rojo que vistió años atrás, pero, desilusionada, descubre que ya no le entra y que, definitivamente, no se ve igual que cuando lo usó por última vez. Es entonces cuando se obsesiona con la idea y comienza un tratamiento con pastillas para adelgazar, pero, poco a poco, la situación y la salud tanto mental como física de Sarah sufren un giro de 360 grados, culminando en uno de los finales más desgarradores de la historia cinematográfica. La interpretación de Burstyn es más que increíble, no se ni con que palabras describir lo que uno siente al verla, me dan ganas de llorar a causa de lo alucinante y frágil que es su actuación y me conmueve, no sólo por el destino de su personaje, sino porque hace que me enamore del trabajo hermoso que un GRAN actor es capaz de producir cuando tiene talento y da todo de sí mismo. Una interpretación que te destroza el alma, aunque siendo una cinéfila, ¿qué mejor manera de sufrir que esta?


Laia Costa como Victoria en Victoria (2015), dirigida por Sebastian Schipper 

Se que no todo el mundo quedó encantado con Victoria, pero personalmente, esta película alemana se me apareció por sorpresa y me impresionó hasta las nubes. Laia Costa es una actriz española, completamente desconocida para mí hasta que la vi en este rol, que se ganó merecidamente toda mi admiración y me tuvo hipnotizada sin pausas durante dos horas y media. Victoria es una joven española que se ha mudado a Berlín tras una oportunidad fallida en un exigente conservatorio de música. Pero ella no parece sentirse realmente feliz en la nueva ciudad, ya que no conoce a nadie y le ha resultado complicado entablar vínculos con otros, y es justamente por eso que cuando conoce a un grupo de muchachos que muestran interés en ella, Victoria se siente aceptada y no duda en pasar el resto de su noche junto a ellos. La escena en la que Costa más me cautivó es sencilla y llena de naturalidad, cuando ella y Sonne (Frederick Lau) simplemente charlan a solas, mirándose a los ojos y compartiendo secretos inocentes, pero cuando ella le confiesa que es pianista y él le pide que toque alguna pieza, el tono de la escena cambia completamente. Victoria se saca su máscara de chica sonriente y divertida, y muestra su lado más vulnerable, creando un momento de intimidad absoluta, abriéndose a un extraño, mostrando que ella es tan sólo una persona sin rumbo en busca de un propósito, de compañía y de afecto. La actuación de Laia Costa es audaz y enérgica, con su rostro expuesto frente a las cámaras durante cada segundo de la película (que fue filmada en una sola toma), con su desbordante juventud y sus emociones a flor de piel. 


Annie Girardot como Nadia en Rocco and his Brothers (1960), dirigida por Luchino Visconti

En esta obra maestra de Visconti y joya del neorrealismo italiano, la francesa Annie Girardot le da vida a Nadia, una prostituta de carácter fuerte que sucumbe a un oscuro final. Me encanta como, al principio, Girardot la presenta a Nadia como alguien que tiene el control sobre los demás, por ejemplo sobre Simone (Renato Salvatori), con una personalidad impetuosa y seductora, pero, más adelante, la situación se invierte y es ella quien termina de rodillas, lamentando su destino y perdiendo dicho control. Ella usa su belleza para conseguir lo que quiere, pero es esa misma belleza la que se transforma en su perdición, convirtiéndola en el objeto del deseo de dos hermanos. Nadia representa la decadencia y las tentaciones de la ciudad, pero, en realidad, a lo largo de la película es más que obvio que ella también es una pobre víctima de ese mismo ambiente, herida por dentro y con una necesidad desesperada de encontrar la fe y la redención. Explosiva y encantadora cuando la conocemos, con el paso del tiempo se va convirtiendo en un fantasma que vaga por las calles de Milán en busca de amor y compasión. La actuación de Girardot está caracterizada por una fuerza exuberante e irresistible, de una naturaleza inherentemente trágica y con esa esencia humana tan típica del neorrealismo. 



Anne Dorval como Die en Mommy (2014), dirigida por Xavier Dolan

En Mommy, Anne Dorval es Die, una madre perseverante y de gran personalidad que se esfuerza por hacerse cargo y cuidar a su hijo adolescente Steve (Antoine Olivier Pilon), quien sufre de ADHD (déficit de atención con hiperactividad). Die no quiere que la vida de su hijo se vea definida por dicho trastorno e intenta hacer todo lo que está a su alcance para conseguirle las mejores oportunidades, defendiéndolo con uñas y dientes ante cualquier persona que se atreva a cuestionarlo. Dorval logra un balance excepcional entre los momentos en los que la situación parece mejorar y en los que todo parece perdido, sin esperanzas. Los grados de amor y de pasión que siente por su hijo equivalen a la frustración y desilusión que sufre durante las últimas escenas. La relación entre ambos es tan intensa y tormentosa que Die se ve en la complicada posición de decidir qué hacer con él, a partir de la noción de que, tal vez, todo ese amor y esa pasión no son suficientes para mantenerlo bajo control y a salvo. Dorval encarna al personaje con un entusiasmo y una vehemencia atrapantes, que se riñen codo a codo con la igualmente explosiva interpretación de Pilon, creando un dúo de madre e hijo espectacular y completamente creíble, tanto en su alegría como en su dolor.


Sophia Loren como Antonietta en A Special Day/Una Giornata Particolare (1977), dirigida por Ettore Scola

Voy a ser un poco perezosa y reiterar un par de cosas que mencioné sobre esta actuación en un post anterior: Loren, siempre explosiva, voluptuosa y encantadora, interpreta a Antonietta, un ama de casa cuarentona que pasa sus días exhausta, tratada por su familia como si fuera una mucama, sin ningún tipo de respeto ni gesto de agradecimiento. Vestida con "trapos", despeinada y con una expresión melancólica en su rostro, la actriz me impresionó muchísimo, encarnando con completa autenticidad al personaje, sin rastro alguno de las imágenes suyas con las que uno suele estar más familiarizado. Nunca antes había notado lo expresivos que son sus ojos, me encantaron los primeros planos que capturaban su mirada y su cara sutilmente avejentada. Loren interpreta a una mujer que cubre su tristeza e insatisfacción con sonrisas, charlas vacías y manualidades que muestran su aparente fanatismo por Mussolini, pero ella sabe que, en su interior, su identidad va más allá que una madre, una esposa o una mujer dentro de una sociedad machista y opresiva. Aunque se los guarde, su cabeza está repleta de pensamientos y ocurrencias, como cuando, por un instante, se plantea la idea de que tal vez sea posible leer un libro o disfrutar de una obra de arte, a pesar de que la sociedad le asegura que al no haber recibido educación, no tiene el derecho ni la capacidad para hacerlo. Esos instantes fugaces de esperanza, curiosidad y reflexión que encienden su rostro y se alzan en su voz son hermosos, como si Antonietta simbolizara a su pájaro enjaulado, que durante ese día, escapó de su jaula aunque sea por un rato.


Valerie Perrine como Honey en Lenny (1974), dirigida por Bob Fosse

Esta actuación sí que es definitivamente merecedora del adjetivo subvalorada, ya que muy rara vez escucho o leo a alguien mencionarla. Lenny, dirigida por Fosse, es una película bastante olvidada en general, lo cual es una pena porque las actuaciones de Dustin Hoffman y de Valerie Perrine, la sutil dirección de Fosse y la preciosa cinematografía en blanco y negro de Bruce Surtees son increíbles y realistas. En esta ocasión, voy a centrarme en la interpretación de Perrine como Honey, una stripper que se convierte en la esposa del polémico comediante Lenny Bruce. Perrine le da vida al personaje sin ningún tipo de inhibición, mostrándose completamente desnuda tanto en el sentido físico como emocional, y es genial observar el contraste entre Honey con sus pestañas postizas, pícara y sensual, y la Honey a cara lavada, solitaria y abatida por la droga. Ella busca ser feliz y lo intenta, sonriente y complaciente, pero el tormento producido por el alcohol, demás adicciones, ilusiones frustradas y su amor por Bruce arruinan su espíritu. Perrine ofrece una interpretación pura, sincera y de una abrumadora sensibilidad que conmueve y enternece a la vez.


Faye Dunaway como Evelyn Mulwray en Chinatown (1974), dirigida por Roman Polanski 

Hubo momentos en los que dudé si incluir a Faye Dunaway en la lista, simplemente porque suele haber algo indescifrable sobre ella que me provoca un poco de rechazo, pero Chinatown es una de mis películas favoritas y admiro su trabajo en ella. El personaje de Evelyn es complejo, porque esconde un sin número de dolorosos secretos sobre su vida y lados ocultos de su personalidad, los cuales Dunaway va lentamente develando, como si fuera una muñeca mamushka. A primera vista, aparenta ser una mujer bella y elegante, pero de carácter distante y frío, hasta que la llegamos a conocer cada vez con más profundidad a través de los ojos de Jake (Jack Nicholson). Evelyn no es el arquetipo de femme fatale, ya que es ella quien resulta siendo la verdadera víctima de la historia y no tiene intenciones de causarle problemas o hacerle daño a nadie, no está interesada en conseguir nada, lo único que desea es escapar de aquello que la aterroriza. Por todo lo mencionado, pienso que Dunaway merece el crédito de haber sido capaz de darle vida a Evelyn como un personaje multidimensional y convincente dentro del mundo del film noir (neo-noir en este caso) que provoca compasión en el espectador con su sentida vulnerabilidad y su sombrío final.


Isabelle Adjani como Adele Hugo en The Story of Adele H/L'Histoire d'Adèle H (1975), dirigida por François Truffaut 

Cuenta la leyenda que Truffaut quedó completamente cautivado por una joven actriz, llamada Isabelle Adjani, cuando la vio en La Gifle (1974) y de ese modo decidió contratarla en el rol de Adele, la sufrida hija del poeta Victor Hugo. Adjani, que contaba con 19 años y ya tenía experiencia en el teatro de la Comédie-Français, deslumbra con su interpretación llena de madurez y sensibilidad. Adjani no interpreta a la protagonista como una loca genérica, sino que la convierte en una persona con mucha dimensión y profundidad. Es cierto que Adele se ve dominada por el intenso amor que siente, pero aún así, la actriz la muestra como una mujer independiente, inteligente, gentil y vigorosa, que, tristemente, pierde su rumbo y su sentido común a causa de las abrumadoras emociones que despierta en ella su primer gran amor. Es esa misma intensidad en sus emociones la que la condena a sufrir ante la fría indiferencia de Albert y la que la conduce por un camino del cual no parece haber retorno, ahogada en su decepción e insondable tristeza. Truffaut filma al personaje con un a mirada compasiva y la sigue de forma constante a Adjani con el anhelo de un enamorado, hipnotizado por su belleza femenina y el despliegue de sus emociones. La joven actriz no depende de su hermosura, como otras harían, y prioriza la efectividad de su interpretación ante todo, y es ella quien eleva esta película a niveles que no hubiera alcanzado sin su talento y sus ojos de hielo. 


Irene Jacob como Valentine en Three Colors: Red (1994), dirigida por Krzysztof Kieslowski


La actuación de Irene Jacob es probablemente la más sutil de la lista (parte I y parte II), pero, sin duda alguna, merita un puesto en ella. Valentine es una estudiante universitaria en Ginebra que trabaja como modelo, prestando su bello rostro para campañas y vistiendo ropa sofisticada sobre las pasarelas. Es una joven que quiere creer en la bondad de la gente y en el verdadero amor, y posee una inocencia e irradia una luz semejantes a las de una niña pequeña, lo cual despierta esperanza y sentimientos fuertes en el personaje del viejo y cínico juez Kern (Jean-Louis Trintignant), llevándolo hasta el punto de cambiar sus malos hábitos. Valentine es idealista y sufre ante la idea de que, como dice Kern, detrás de las buenas acciones se esconden motivos egoístas, porque su manera de interactuar con el mundo y su filosofía se basan exactamente en lo opuesto a aquello. Jacob transmite infinita calidez y ternura con sus grandes ojos marrones y su dulce sonrisa, interpretando al personaje con naturalidad y unas ganas de vivir contagiosas (quería poner joie de vivre, pero me pareció pretencioso). Las escenas que comparten Jacob y Trintignant son mágicas y tiernas, con una química ideal entre la inquieta juventud de Valentine y la escéptica vejez de Kern.

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