¡La de veces que he oído contar esa historia!: Léxico familiar de Natalia Ginzburg


"Somos cinco hermanos. Vivimos en distintas ciudades y algunos en el extranjero, pero no solemos escribirnos. Cuando nos vemos, podemos estar indiferentes o distraídos los unos de los otros, pero basta que uno de nosotros diga una palabra, una frase, una de aquellas antiguas frases que hemos oído y repetido infinidad de veces en nuestra infancia, nos basta con decir: «No hemos venido a Bérgamo a hacer campamento» o «¿A qué apesta el ácido sulfhídrico?», para volver a recuperar de pronto nuestra antigua relación y nuestra infancia y juventud, unidas indisolublemente a aquellas frases, a aquellas palabras. (...) Esas frases son nuestro latín, el vocabulario de nuestros días pasados, son como jeroglíficos de los egipcios o de los asirio-babilonios: el testimonio de un núcleo vital que ya no existe, pero que sobrevive en sus textos, salvados de la furia de las aguas, de la corrosión del tiempo."

Llegué a este libro a través de otro: Los Sorrentinos de la argentina Virginia Higa. Los Sorrentinos fue una de mis lecturas favoritas no sólo del 2020, sino de mi vida, y cuando supe que Higa se había inspirado en Léxico Familiar para escribir su novela, despertó mi interés por la obra de Natalia Ginzburg, una autora italiana nacida en 1916 y ganadora del importante Premio Strega por esta misma novela que les vengo a compartir hoy.

En la nota de autora, Ginzburg escribe: "Todos los lugares, hechos y personas que aparecen en este libro son reales. Nada es ficticio. (...) Sólo he escrito lo que recordaba. Por eso, quien intente leerlo como si fuera una crónica, encontrará grandes lagunas. Y es que este libro, aunque haya sido extraído de la realidad, debe leerse como se lee una novela, es decir, sin pedir más ni menos de lo que una novela puede ofrecer". Como deja bien en claro, Léxico Familiar es un libro compuesto por lo real y lo personal, pero relatado como si fuera una novela, como si fuera la historia de una gran familia italiana que inventó algún escritor. Pero no, es la familia Levi, la familia de la propia Natalia, que antes de su primer matrimonio era conocida como Natalia Levi. Con un estilo austero y sencillo, Ginzburg nos cuenta, como una testigo omnipresente, sobre las vidas de sus padres y sus hermanos, de su abuela, de familiares que nunca llegó a conocer, de cuñados y amigos. Científicos, intelectuales, escritores, pintores, militantes políticos; todo un círculo de personas que van y vienen a lo largo de los años, dejando a su paso recuerdos que por alguna razón u otra quedaron marcados en la memoria de la autora. Léxico Familiar no sigue necesariamente una trama, es más bien como un álbum de fotos que se mueve de recuerdo en recuerdo como si fueran imágenes congeladas en el tiempo.

La autora no se centra en los momentos dramáticos a gran escala (bodas, nacimientos o muertes), sino que se enfoca en lo cotidiano, el día a día, en las discusiones familiares, en las anécdotas del pasado, las frases, expresiones y chistes que caracterizan a su familia. Ginzburg nos transporta al Turín de los años 30 y va documentando la situación sociopolítica de Italia, pasando por el fascismo temprano, luego la Segunda Guerra Mundial, la persecución racial hacia los judíos y la ocupación nazi. Escribe específicamente sobre la persecución que sufrieron ella y su marido, sus hermanos, amigos y conocidos a causa de ser judíos y antifascistas. Su marido, Leone Ginzburg, era un conocido militante político que finalmente fue asesinado por los nazis; Natalia lo recuerda de la siguiente manera: "Su capacidad de escuchar era inmensa. Sabía escuchar a los demás con gran atención, incluso cuando estaba profundamente ensimismado pensando en sí mismo."

Leone y Natalia

Sin embargo, considero importante resaltar que Léxico Familiar no es una autobiografía. La autora escribe casi exclusivamente sobre los demás y sobre su contexto, no sobre sí misma; son sus seres queridos los que configuran esta historia. De hecho, Ginzburg escribió el libro mientras estaba en Londres, extrañando a su país y a su gran familia, como si al escribir sobre ellos pudiera mantenerlos cerca. El corazón de la novela es justamente lo que indica su acertado título: la familia y el lenguaje, y cómo a través de éste se pueden explorar los recuerdos, meditar sobre la memoria y armar relatos que perdurarán en el tiempo. 

Los Levi no son una familia perfecta, no son particularmente cariñosos y discuten bastante; sin embargo, terminan convirtiéndose en personajes entrañables que creemos conocer, ya que vamos conociendo sus pequeños rituales, sus tradiciones y aquellas idiosincrasias que los hacen ser quienes son. Natalia Ginzburg no escribe dejándose llevar por las emociones ni recurre al sentimentalismo, tiene más bien un estilo sobrio, pero de todos modos cuando llegué a la última página no pude evitar sonreír, porque a pesar de dichas idiosincrasias, creo que todos nos vemos reflejados aunque sea un poco en los Levi.

La novela termina donde comienza, en la mesa familiar, en el medio de una anécdota que ahora no sólo el señor Ginzburg ya ha oído contar mil veces, sino también nosotros.

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