Mentiras, espías y una conspiración para proteger depredadores
Catch and Kill es el resultado de dos años de investigación periodística, de entrevistas con más de doscientas personas, y de una detallada recopilación de emails, textos y audios, todo chequeado por el equipo de la revista New Yorker. El periodista detrás de semejante trabajo es Ronan Farrow, ganador del premio Pulitzer por Servicio Público. Lo que comenzó como un simple segmento sobre Hollywood para la cadena televisiva NBC, terminó convirtiéndose en una de las investigaciones más importantes sobre los abusos sistemáticos y subsecuentes encubrimientos que se producen dentro de la industria del espectáculo y del mundo de los grandes medios.
Para quienes no conocen la historia, Harvey Weinstein es un productor de cine que fundó junto a su hermano la distribuidora Miramax y durante los noventa se convirtió en uno de los productores más exitosos de Hollywood, invirtiendo tanto en películas independientes como en grandes producciones. A lo largo de las décadas, rumores sobre sus actitudes violentas y abusivas se fueron haciendo cada vez más fuertes, sobre todo en relación a sus interacciones con mujeres (actrices, asistentes, productoras), y si bien varios periodistas intentaron sin éxito escribir sobre esto en el pasado, se mantenía un silencio colectivo al respecto, tanto por parte de sus víctimas como por parte de sus cómplices. Lo que Ronan Farrow fue descubriendo a lo largo de su investigación es que Weinstein no tenía encuentros espontáneos, sino que tenía un patrón de conducta, una forma sistemática a través de la cual se las arreglaba para abusar y violar a cientos de mujeres continuamente.
Este patrón era casi siempre el mismo: Weinstein concretaba reuniones bajo algún pretexto profesional, como la promesa de posibles oportunidades laborales; esas reuniones terminaban dándose a último momento en espacios privados, como habitaciones de hotel u oficinas, en las que él esperaba a la otra persona en bata o ropa interior, para luego exigir masajes, duchas o distintos niveles de contacto físico. Si al productor no le gustaba la reacción que recibía, tomaba represalias contra las mujeres, ya sea generándoles dificultades a la hora de conseguir trabajo, arruinando sus reputaciones o haciéndolas firmar acuerdos a cambio de dinero para silenciarlas. Weinstein se aprovechaba de la vulnerabilidad laboral de sus víctimas y del enorme poder e influencia que él manejaba sobre ellas.
Si bien, como mencioné antes, no se hablaba sobre los abusos de Weinstein, tampoco era un secreto, y dentro de la industria muchísimas personas tenían conocimiento sobre lo que ocurría. Existían testigos, desde otros productores, asistentes, hasta actores y directores, dejando ver que él se comportaba con una impunidad total, sin necesidad de esconder su comportamiento frente a colegas, porque el poder y los contactos que tenía eran suficientes para garantizarle dicha impunidad. Como le dijo la actriz Rosanna Arquette a Farrow: "Es el club de los muchachos importantes, la mafia de Hollywood. Ellos se protegen entre sí". En una entrevista con el periodista, Dede Nickerson, una productora que trabajó con Weinstein le dijo que había un comportamiento predatorio continuo hacia las mujeres, a pesar de que dieran su consentimiento o no, y ante la pregunta de Farrow sobre si esta información era de conocimiento común, ella respondió: "Absolutamente. Todo el mundo lo sabía".
Aunque todos los casos específicos de abuso sexual y violación que se mencionan en Catch and Kill son dolorosos y generan indignación y bronca, el caso de la modelo italiana Ambra Gutierrez es terrorífico por varias razones. Luego de que Weinstein se le abalanzara encima y la toqueteara durante una reunión de trabajo, Gutierrez acudió a la policía, donde la convencieron de concretar otro encuentro con el productor usando un micrófono para grabar lo que pudiera ocurrir, a lo que la modelo accedió, temerosa. Finalmente logró grabar a Weinstein, insistente, tratando de hacerla subir a su habitación de hotel y pidiendo una especie de "disculpa" sobre lo ocurrido durante el primer encuentro, justificándose a sí mismo admitiendo que, y cito, "estaba acostumbrado a eso". Con esa confesión grabada, había evidencia suficiente para llevar el caso a la justicia, aunque sea bajo la carátula de delito menor, pero al cabo de unas semanas el fiscal decidió descartar todo, entre una campaña mediática que retrataba negativamente a Gutierrez como una prostituta y una cazafortunas. Nunca se volvió a hacer nada al respecto, y a pesar de contar con una grabación como evidencia sólida, Weinstein salió ileso.
"Él (Weinstein) crea una situación en la que tu silencio te beneficiará más que salir a hablar." - Ally Canosa, productora.
"Pienso que no importa si sos una actriz conocida, no importa si tenés veinte o cuarenta años, no importa si lo reportás o no, porque no nos creen. Más que eso, somos castigadas, criticadas y culpadas." - Daryl Hannah, actriz.
Previamente a la investigación de Ronan Farrow, otros periodistas intentaron hacer públicos los acosos y la violencia de Weinstein, frustrados, sin tener éxito. Jennifer Senior, escritora para la revista New York aseguró que un montón de personas habían tratado de publicar esta historia, deseándole suerte a Farrow, como si le estuviera deseando suerte a Don Quijote con sus molinos de viento. "En algún momento, todas las mujeres que han estado asustadas de contar la verdad sobre Harvey Weinstein van a tener que agarrarse de las manos y saltar", tuiteó Senior. Un par de periodistas que investigaron a Weinstein en el pasado fueron el nominado al Pulitzer David Carr y Ken Auletta, ambos vigilados, amenazados e intimidados por el productor y su equipo de abogados. El hecho de que estos periodistas no hayan podido llegar hasta donde Farrow llegó no tiene que ver con la falta de voluntad o de esfuerzo, sino más bien con los distintos contextos; es decir, a principios o a mediados de la década del 2000, la naturalización del machismo y del acoso sexual era aún mayor que en la actualidad, y además aquellos periodistas no contaron con el factor más valioso de todos: decenas de testimonios de mujeres que finalmente se animaron a hablar. La historia de la tiranía de Harvey Weinstein era considerada "la ballena blanca" del periodismo, aquella que no logras atrapar y que se termina convirtiendo en una obsesión destructiva. La idea de llevar a cabo esta investigación y poder hacerla pública se había convertido en un mito dentro del mundo periodístico.
Para quienes no conocen la historia, Harvey Weinstein es un productor de cine que fundó junto a su hermano la distribuidora Miramax y durante los noventa se convirtió en uno de los productores más exitosos de Hollywood, invirtiendo tanto en películas independientes como en grandes producciones. A lo largo de las décadas, rumores sobre sus actitudes violentas y abusivas se fueron haciendo cada vez más fuertes, sobre todo en relación a sus interacciones con mujeres (actrices, asistentes, productoras), y si bien varios periodistas intentaron sin éxito escribir sobre esto en el pasado, se mantenía un silencio colectivo al respecto, tanto por parte de sus víctimas como por parte de sus cómplices. Lo que Ronan Farrow fue descubriendo a lo largo de su investigación es que Weinstein no tenía encuentros espontáneos, sino que tenía un patrón de conducta, una forma sistemática a través de la cual se las arreglaba para abusar y violar a cientos de mujeres continuamente.
Este patrón era casi siempre el mismo: Weinstein concretaba reuniones bajo algún pretexto profesional, como la promesa de posibles oportunidades laborales; esas reuniones terminaban dándose a último momento en espacios privados, como habitaciones de hotel u oficinas, en las que él esperaba a la otra persona en bata o ropa interior, para luego exigir masajes, duchas o distintos niveles de contacto físico. Si al productor no le gustaba la reacción que recibía, tomaba represalias contra las mujeres, ya sea generándoles dificultades a la hora de conseguir trabajo, arruinando sus reputaciones o haciéndolas firmar acuerdos a cambio de dinero para silenciarlas. Weinstein se aprovechaba de la vulnerabilidad laboral de sus víctimas y del enorme poder e influencia que él manejaba sobre ellas.
Si bien, como mencioné antes, no se hablaba sobre los abusos de Weinstein, tampoco era un secreto, y dentro de la industria muchísimas personas tenían conocimiento sobre lo que ocurría. Existían testigos, desde otros productores, asistentes, hasta actores y directores, dejando ver que él se comportaba con una impunidad total, sin necesidad de esconder su comportamiento frente a colegas, porque el poder y los contactos que tenía eran suficientes para garantizarle dicha impunidad. Como le dijo la actriz Rosanna Arquette a Farrow: "Es el club de los muchachos importantes, la mafia de Hollywood. Ellos se protegen entre sí". En una entrevista con el periodista, Dede Nickerson, una productora que trabajó con Weinstein le dijo que había un comportamiento predatorio continuo hacia las mujeres, a pesar de que dieran su consentimiento o no, y ante la pregunta de Farrow sobre si esta información era de conocimiento común, ella respondió: "Absolutamente. Todo el mundo lo sabía".
Aunque todos los casos específicos de abuso sexual y violación que se mencionan en Catch and Kill son dolorosos y generan indignación y bronca, el caso de la modelo italiana Ambra Gutierrez es terrorífico por varias razones. Luego de que Weinstein se le abalanzara encima y la toqueteara durante una reunión de trabajo, Gutierrez acudió a la policía, donde la convencieron de concretar otro encuentro con el productor usando un micrófono para grabar lo que pudiera ocurrir, a lo que la modelo accedió, temerosa. Finalmente logró grabar a Weinstein, insistente, tratando de hacerla subir a su habitación de hotel y pidiendo una especie de "disculpa" sobre lo ocurrido durante el primer encuentro, justificándose a sí mismo admitiendo que, y cito, "estaba acostumbrado a eso". Con esa confesión grabada, había evidencia suficiente para llevar el caso a la justicia, aunque sea bajo la carátula de delito menor, pero al cabo de unas semanas el fiscal decidió descartar todo, entre una campaña mediática que retrataba negativamente a Gutierrez como una prostituta y una cazafortunas. Nunca se volvió a hacer nada al respecto, y a pesar de contar con una grabación como evidencia sólida, Weinstein salió ileso.
"Él (Weinstein) crea una situación en la que tu silencio te beneficiará más que salir a hablar." - Ally Canosa, productora.
"Pienso que no importa si sos una actriz conocida, no importa si tenés veinte o cuarenta años, no importa si lo reportás o no, porque no nos creen. Más que eso, somos castigadas, criticadas y culpadas." - Daryl Hannah, actriz.
Tan sólo un puñado de las mujeres que denunciaron a Harvey Weinstein públicamente y en la justicia: Annabella Sciorra, Ambra Gutierrez, Rose McGowan, Rosanna Arquette, Mira Sorvino, Ashley Judd, Dawn Dunning y Mimi Haleyi |
Previamente a la investigación de Ronan Farrow, otros periodistas intentaron hacer públicos los acosos y la violencia de Weinstein, frustrados, sin tener éxito. Jennifer Senior, escritora para la revista New York aseguró que un montón de personas habían tratado de publicar esta historia, deseándole suerte a Farrow, como si le estuviera deseando suerte a Don Quijote con sus molinos de viento. "En algún momento, todas las mujeres que han estado asustadas de contar la verdad sobre Harvey Weinstein van a tener que agarrarse de las manos y saltar", tuiteó Senior. Un par de periodistas que investigaron a Weinstein en el pasado fueron el nominado al Pulitzer David Carr y Ken Auletta, ambos vigilados, amenazados e intimidados por el productor y su equipo de abogados. El hecho de que estos periodistas no hayan podido llegar hasta donde Farrow llegó no tiene que ver con la falta de voluntad o de esfuerzo, sino más bien con los distintos contextos; es decir, a principios o a mediados de la década del 2000, la naturalización del machismo y del acoso sexual era aún mayor que en la actualidad, y además aquellos periodistas no contaron con el factor más valioso de todos: decenas de testimonios de mujeres que finalmente se animaron a hablar. La historia de la tiranía de Harvey Weinstein era considerada "la ballena blanca" del periodismo, aquella que no logras atrapar y que se termina convirtiendo en una obsesión destructiva. La idea de llevar a cabo esta investigación y poder hacerla pública se había convertido en un mito dentro del mundo periodístico.
De todos modos, a pesar del gran resultado final, Farrow se vio obstaculizado en su investigación desde el principio. NBC, la cadena televisiva para la cuál estaba investigando originalmente, nunca lo apoyó, fijando como prioridad proteger su vínculo con Weinstein y no generar problemas para la compañía. El presidente de NBC, Noah Oppenheim, lo hacía dar vueltas y vueltas, hasta que finalmente terminó dando la orden de acabar con el tema y no sacar nada al aire, preguntándose si algo así valía la pena, "no estoy seguro de que sea una noticia, Ronan". Es así como, hasta que la revista New Yorker mostró interés en su trabajo, Farrow estaba prácticamente sólo, él contra el "sistema", como los detectives privados de los clásicos policiales negros.
Lo que también se devela, además de los acosos sexuales en sí, es una red de encubrimiento, complicidad y corrupción por parte de los medios, en este caso específicamente AMI (American Media Inc.), dueña de un conjunto de diarios amarillistas, y NBC. Farrow deja al descubierto los vínculos que existen entre Dylan Howard y David Pecker, los CEOs de AMI, y varias figuras poderosas, desde Harvey Weinstein hasta el presidente Donald Trump. Los favores que AMI se encargaba de hacer para sus amigotes consistían en un término que le da su título al libro: "catch and kill" o "atrapar y matar". ¿Qué quiere decir esto? Se trata de una estrategia sistemática que consiste en buscar y comprar historias potencialmente "peligrosas", con el único propósito de enterrarlas y jamás publicarlas, protegiendo la reputación de determinadas personas, como Weinstein y Trump.
Howard y Pecker terminaron admitiendo ante la justicia que esta estrategia de "atrapar y matar" era una práctica real dentro de los diarios y revistas de AMI. Esto es sumamente peligroso, porque significa que la libertad de prensa se ve limitada por los intereses de los más poderosos y que el público sólo accede a una versión recortada y preseleccionada de la verdad, como por ejemplo el encubrimiento de testimonios de víctimas de abuso sexual en manos de un abusador serial, uno de los productores más importantes de la industria del entretenimiento.
Por último, otro de los temas fundamentales dentro de la investigación de Ronan Farrow tiene que ver con el espionaje por parte de agencias internacionales contratadas por Weinstein. Black Cube Group es una agencia de inteligencia israelí conformada por ex agentes del Mosad que funciona a nivel global y utiliza espías, identidades falsas, vigilancia y recopilación de información. El trabajo por el que Weinstein le pagó a Black Cube consistía en, y cito, "proveer inteligencia que ayudará a los esfuerzos del Cliente a detener completamente la publicación de un artículo negativo en un periódico importante de Nueva York", refiriéndose a la investigación de Farrow para el New Yorker. De pronto, el periodista se vio envuelto en una trama que parecía salida de una novela de John le Carré, con espías rusos incluidos, seguido por autos, monitoreado desde el GPS de su celular y recibiendo amenazas telefónicas. Dentro del elenco de espías, encontramos a una mujer llamada Stella Penn, que se hace pasar por, al menos, dos personas distintas para conseguir información que pueda perjudicar a Weinstein, llegando al extremo de hacerse amiga íntima de Rose McGowan, actriz y denunciante del productor. También tenemos a Seth Freedman, un periodista que dice estar escribiendo un artículo para la publicación británica The Guardian y busca personas que puedan aportar información propia sobre Weinstein. Pero el personaje más llamativo de todos es Igor Ostrovskiy, un ucraniano con residencia en Nueva York que desarrolla un desagrado y una culpa frente al trabajo que le asignaron: seguir y vigilar a Ronan Farrow. Ostrovskiy termina poniéndose en contacto con Farrow y cambiando de bando, compartiendo su información con él; cuando le pregunta por qué lo hizo, el detective privado le responde: "Me gusta poder leer las noticias y no pensar que alguien está apuntando un arma a la cabeza del periodista, decidiendo lo que pueden escribir o no. Estábamos siguiendo periodistas cuyos artículos leí y quienes, me pareció, estaban haciendo algo honesto y bueno para la sociedad". Porque como escribió Rodolfo Walsh, el periodismo es libre o es una farsa, sin términos medios.
Al fin y al cabo, Catch and Kill no es sólo sobre lo qué pasó o cómo pasó, sino más bien sobre cómo se permitió y se logró que aquello continuara durante décadas con total impunidad. No se trata únicamente sobre los casos de las mujeres que se animaron a contar su verdad, sino también sobre los sistemas y redes que las silenciaron y que apañaron a Weinstein a lo largo de los años. Desde un punto de vista macro, este libro realmente tiene que ver con la importancia de la libertad de prensa como derecho de la sociedad a estar informada y como fundamento para el funcionamiento adecuado de la democracia. Ronan Farrow explora cómo los medios protegen a los poderosos y se vuelven cómplices en silenciar a quienes buscan dar testimonio, ya sean las víctimas en carne propia o los periodistas que intentan sacarlo a la luz. Es por eso que me tomo el atrevimiento de caracterizar a Catch and Kill como uno de los libros de no-ficción más importantes de los últimos años y, definitivamente, una de las crónicas más impactantes que leí y leeré en mi vida.
El 11 de marzo de 2020, después de la publicación de este libro, Harvey Weinstein fue condenado a 23 años de prisión, y justamente hoy, mientras termino de escribir esto, ha sido acusado de un nuevo cargo de abuso sexual en Los Ángeles, que puede llegar a sumarle más años de cárcel. Si bien, como muchos dicen, es obvio que la cultura de la violencia sexual va más allá de Weinstein e involucra a demás figuras poderosas tanto del mundo del espectáculo como de la política, de todos modos pienso que su condena es un hecho histórico, porque ese día de marzo muchísimas mujeres que se animaron a alzar sus voces y a exponerse sintieron por primera vez lo que es la justicia. La verdadera justicia. "Al final, el coraje de las mujeres no puede ser pisoteado. Historias, las grandes historias, las verdaderas, podrán ser atrapadas, pero nunca aniquiladas", concluye Farrow.
Insisto en que, si entienden inglés, por favor busquen y lean los artículos que Ronan Farrow escribió para el New Yorker y demás revistas. Si tienen la oportunidad, obviamente también les recomiendo que lean su libro, que además de ser una investigación brillante, está narrado como una novela policial, con momentos llenos de suspenso y hasta de humor, imposible de soltar. Farrow es uno de los mejores periodistas que tenemos actualmente y no puedo esperar para leer (o ver) sus próximos proyectos. Y citando por segunda vez a Walsh, porque no puedo escribir sobre periodismo sin mencionar su nombre, les dejo este pedacito de sabiduría: “Creo, con toda ingenuidad y firmeza, en el derecho de cualquier ciudadano a divulgar la verdad que conoce, por peligrosa que sea" (Introducción de la primera edición de Operación Masacre, marzo 1957).
Ilustración por Lara Garay |
Por último, otro de los temas fundamentales dentro de la investigación de Ronan Farrow tiene que ver con el espionaje por parte de agencias internacionales contratadas por Weinstein. Black Cube Group es una agencia de inteligencia israelí conformada por ex agentes del Mosad que funciona a nivel global y utiliza espías, identidades falsas, vigilancia y recopilación de información. El trabajo por el que Weinstein le pagó a Black Cube consistía en, y cito, "proveer inteligencia que ayudará a los esfuerzos del Cliente a detener completamente la publicación de un artículo negativo en un periódico importante de Nueva York", refiriéndose a la investigación de Farrow para el New Yorker. De pronto, el periodista se vio envuelto en una trama que parecía salida de una novela de John le Carré, con espías rusos incluidos, seguido por autos, monitoreado desde el GPS de su celular y recibiendo amenazas telefónicas. Dentro del elenco de espías, encontramos a una mujer llamada Stella Penn, que se hace pasar por, al menos, dos personas distintas para conseguir información que pueda perjudicar a Weinstein, llegando al extremo de hacerse amiga íntima de Rose McGowan, actriz y denunciante del productor. También tenemos a Seth Freedman, un periodista que dice estar escribiendo un artículo para la publicación británica The Guardian y busca personas que puedan aportar información propia sobre Weinstein. Pero el personaje más llamativo de todos es Igor Ostrovskiy, un ucraniano con residencia en Nueva York que desarrolla un desagrado y una culpa frente al trabajo que le asignaron: seguir y vigilar a Ronan Farrow. Ostrovskiy termina poniéndose en contacto con Farrow y cambiando de bando, compartiendo su información con él; cuando le pregunta por qué lo hizo, el detective privado le responde: "Me gusta poder leer las noticias y no pensar que alguien está apuntando un arma a la cabeza del periodista, decidiendo lo que pueden escribir o no. Estábamos siguiendo periodistas cuyos artículos leí y quienes, me pareció, estaban haciendo algo honesto y bueno para la sociedad". Porque como escribió Rodolfo Walsh, el periodismo es libre o es una farsa, sin términos medios.
Al fin y al cabo, Catch and Kill no es sólo sobre lo qué pasó o cómo pasó, sino más bien sobre cómo se permitió y se logró que aquello continuara durante décadas con total impunidad. No se trata únicamente sobre los casos de las mujeres que se animaron a contar su verdad, sino también sobre los sistemas y redes que las silenciaron y que apañaron a Weinstein a lo largo de los años. Desde un punto de vista macro, este libro realmente tiene que ver con la importancia de la libertad de prensa como derecho de la sociedad a estar informada y como fundamento para el funcionamiento adecuado de la democracia. Ronan Farrow explora cómo los medios protegen a los poderosos y se vuelven cómplices en silenciar a quienes buscan dar testimonio, ya sean las víctimas en carne propia o los periodistas que intentan sacarlo a la luz. Es por eso que me tomo el atrevimiento de caracterizar a Catch and Kill como uno de los libros de no-ficción más importantes de los últimos años y, definitivamente, una de las crónicas más impactantes que leí y leeré en mi vida.
Insisto en que, si entienden inglés, por favor busquen y lean los artículos que Ronan Farrow escribió para el New Yorker y demás revistas. Si tienen la oportunidad, obviamente también les recomiendo que lean su libro, que además de ser una investigación brillante, está narrado como una novela policial, con momentos llenos de suspenso y hasta de humor, imposible de soltar. Farrow es uno de los mejores periodistas que tenemos actualmente y no puedo esperar para leer (o ver) sus próximos proyectos. Y citando por segunda vez a Walsh, porque no puedo escribir sobre periodismo sin mencionar su nombre, les dejo este pedacito de sabiduría: “Creo, con toda ingenuidad y firmeza, en el derecho de cualquier ciudadano a divulgar la verdad que conoce, por peligrosa que sea" (Introducción de la primera edición de Operación Masacre, marzo 1957).
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